domingo, 13 de noviembre de 2011

CATA… RECATO… y el cumplimiento de las obligaciones



Hay días en los cuales coinciden varios compromisos a la vez, a veces se puede uno escapar de alguno, a veces no.

En estas noches me ocurrió el segundo caso, dos eventos a los que no podía faltar: un cocktail en la casa de mi jefe (obligación laboral) y una cata de Oporto y Chocolate organizada por las Asociación de… (obligación institucional). Ustedes dirán - y con razón - que a “obligaciones” así vale la pena estar obligado, no es lo mismo “ir de tragos” que p.e. asistir a una cadena presidencial; pero créanme, obligación es obligación…

Decidí estratégicamente (por horario, conveniencia  y sobre todo TRÁFICO) comenzar primero por la cata.

Jamás había asistido a una cata, no me había nunca llamado la atención… cosas de instinto, quizás!  Pero bueno, llegué a tiempo, todo el mundo ubicado en sus mesas, y muy atentamente escuchando al experto catador que con credenciales de famoso gastrónomo (y panza como evidencia) nos iba explicando con aires de historiador “bonchón” desde las características de la región de Porto hasta las propiedades organolépticas (¡?) del oporto… hasta allí todo me pareció – digamos – lo esperado.

Luego, comenzó la cata en sí misma. Nos sirven un vasito de oporto y comienzan las indicaciones y el performance: Breve sorbo, suficiente para un buche. Pasear por la boca de lado a lado varias veces (como el Listerine pensé yo y seguro que varios más de los presentes). Tragar. Segundo breve sorbo. Esta vez mantener en el paladar (es decir sin dinámica de Listerine). Con el sorbo en la boca aspirar aire por la boca (coño!) y procurar que los ésteres lleguen a la región “retronasal” (coño! coño!). Tragar al final…  Ya en esta parte comencé a sentirme – son cosas mías y sólo mías – ridículo.

Pero a mi sensación de ridículo, tuve que agregar la de avergonzado, cuando me dí cuenta que mi vasito de oporto prácticamente estaba vacío en dos sorbos, mientras que el resto de los presentes tenían sus vasos prácticamente llenos… mi vaso no daba para más cata.

Había tomado la precaución antes de entrar en la cata, de advertirle a los organizadores que debía retirarme temprano porque tenía otro compromiso y bla,bla,bla… así que ante mi ridículo y mi precavida advertencia, disimuladamente me escurrí hasta la puerta y me fui.

Llegué luego a la casa de mi jefe. Saludé – en correcto pero precario francés – a los invitados, me excusé por el breve retraso, explicando – en español – que había tenido un compromiso previo y bla,bla,bla. Se me acercó un mesonero con su bandeja “full-equipo” y me preguntó: ¿Qué le sirvo?

Viéndole firmemente a los ojos le dije: Whisky en las rocas, poco hielo, vaso corto.

Esta vez me tomé el whisky sin instrucciones pero con más recato.

Juancho Pérez

2 comentarios:

  1. Me hubiese gustado acompañarte a la cata del oporto, ¡sobretodo porque me encanta!. La verdad es que el cuento de mantener el licor en la boca y aspirar es un poco dificil. Ja, ja!!!

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