domingo, 30 de octubre de 2011

…IR POR AHÍ DE INCAUTOS…ó sobre la claridad de la confusión


Me enteré en estos días de los resultados de una investigación* publicada recientemente sobre la opinión de los “adultos emergentes” (jóvenes entre 18 y 23 años) frente a la vida actual.
En relación a lo que “está bien y lo que está mal”, grosso modo, la premisa terminó siendo la siguiente: si para ti está bien, entonces tranquilo, eso que haces/piensas está bien; ergo, lo que sí está mal es que alguien venga a decirte que lo que haces está mal.
Arrojaba el mismo estudio un dato todavía más grave (?): a la hora de definir criterios y conceptos morales, era imposible sostener ningún debate serio y profundo sobre el tema con los investigados y peor aún terminaban estos mismos contradiciéndose, ó simplemente siendo incapaces de sostener sus propias afirmaciones, llegando incluso a planteamientos absurdos y disparatados.
Ok, tratemos de entender entonces, resulta que en teoría sólo cada quien sabe lo que está bien, pero en la práctica nadie sabe qué coño es lo que está bien… menudo enredo!
Yo creo que debemos ir con cuidado... sobre todo con los lugares comunes…
No es que hoy en términos morales seamos “más bobos” que antes. Ni que necesitemos convertirnos en una suerte de Aristóteles con Agustín de Hipona y un toque de Dalai-Lama para definir y diferenciar el bien del mal. Ni tampoco que todo vale y todo es relativo.
Hoy – y desde Trucutú – lo que está mal está mal y lo que está bien está bien, aunque nos hagamos los locos. Para mi tatarabuelo en el XIX o para mí en el XXI, si llegamos tarde a casa y “con cara de culpable” el peo es el mismo.
Que si la bioética, que si el 2.0, que si el avance vertiginoso de las telecomunicaciones, que si el descubrimiento de los neutrinos, que si qué se yo… Lo que toca, lo que corresponde, lo correcto, es dejar la comodidad del lugar común y asumir posiciones con criterio y valentía.
Discernir, para no ir de incautos.
Para mí, con el debido respeto, la confusión está clarísima…!

*Lost in Transition: The Dark Side of Emerging Adulthood (Oxford University Press) Aug 2011.

Juancho Pérez

jueves, 20 de octubre de 2011

¿PERO…BIEN, BIEN? - brevísimo tratado sobre repreguntas y encuestas


Hay preguntas que no hacemos, y por lo mismo, hay respuestas que no damos. Por ejemplo, cuando saludamos a algún conocido en la calle con un: ¡epa vale! ¿qué tal? a lo sumo – en el peor escenario –  estamos esperando un ¡bueno aquí vamos! ó un ¡poco a poco!; pero hasta allí.
No estamos esperando recibir ni tampoco dispuestos a dar por respuesta – al menos entre gente normal – un ¡coño hermano malísimo! o un ¡harto de esta vida miserable!
Pero si insistimos y repreguntamos ¿pero de verdad… estás bien, bien?, allí la respuesta sí puede cambiar…ante la insistencia, la apertura… y cualquier cosa sale de allí.
Es el caso típico del “despachado” (= despechado), que asegura que esa tipa nada que ver… y bueh! Ya sabemos, uno va de amigo incauto y repregunta… y a las tres de la mañana… boleros y rancheras…
O también, de muchos tipos que te juran que les está yendo del carajo en (qué se yo, digamos…) Miami Cracovia, y al tercer whisky y la repregunta, comienza el llanto: coño tú sabes, el terruño! Esto no es lo mismo… las arepas, …la familia, …aquí estos tipos son fríos…!
Yo creo que es eso justamente lo que pasa con las encuestas… Los “instrumentos” (nombre musical que le dan los sociólogos y encuestólogos a sus cuestionarios) están diseñados para preguntar y repreguntar, por eso el mismo 60% que “ama” a su líder a la primera pregunta, después de varias otras repreguntas, terminan asegurando que ni de vaina están de acuerdo con otro período…
A menos – claro está – que el encuestado no sea honesto y responda cualquier vaina; ó esté apurado y responda cualquier vaina; ó no entendió bien la pregunta y responda cualquier vaina…
Entonces, ustedes me preguntarán: ¿pero debemos creer en las encuestas? Y yo responderé SÍ, CLARO!
- Pero… ¿de verdad verdad, debemos creer en las encuestas?
- Bueno, TÚ SABES… LOS VENEZOLANOS SOMOS COMO SOMOS… Y QUIZÁ…

Juancho Pérez

domingo, 9 de octubre de 2011

AH MUNDO! …LA HORA SEXTA!



Ok, es verdad, los tiempos cambian… y las costumbres también… hay cosas que llegan para facilitarnos la vida -que se yo, digamos: …el Smartphone- , y otras que se van para no volver, como la (ibérica, conveniente, útil y saludable) siesta.
Tengo el recuerdo de mi abuelo Belisario, quien después de almorzar le decía a mi abuela: “Ofelia, a la 01:20 que uno de los muchachos suba a despertarme”, esas eran sus últimas palabras antes de subir a recostarse en su sillón… y alguno de nosotros -los nietos- a la hora indicada subía a despertar al viejo. Él se alistaba y salía para su oficina, a seguir con el día… con la segunda parte del día… y ojo: eso no sucedió hace sesenta años, eso fue por ahí en los “mid-nineties”…
Pero bueno! Eso ha cambiado… La siesta, hoy quedó sólo “bien vista” para los bebés recién nacidos y los viejitos… “justificada” para los enfermos… “imperdonable” para el ocupado ser humano contemporáneo que no puede ni debe perder un minuto/centavo.
Yo tengo que trabajar (quién no!?) y por supuesto que soy un hombre de mi tiempo, víctima del apuro, el trajín, el no-tengo-chance-de-nada, el Caracas-es-una-sola-cola…
Pero qué sensación única es esa que uno experimenta cuando un día cualquiera, luego de haber almorzado en casa, uno manda todo a la mierda, se quita los zapatos, coloca el teléfono en “silent mode”, se recuesta, cierra los ojos y se entrega a la siesta! “LIBERTAD PURA”…
Cómo no! Ya sé que hay estudios serísimos sobre el tema, que señalan las ventajas bio-químicas, fisiológicas y psicológicas del descanso en la jornada, etc…  grandes descubrimientos de hoy día, que Benito (será por eso patrón de Europa?) por allá en el año 500, puso en su Santa Regla al dividir las hora canónicas… y al mediodía correspondió la hora sexta, para hacer una pausa en las labores cotidianas.
Pero yo simplemente hablaré aquí, desde mi caso personal:   bastan 15 minutos (ó más… no importa…) despertarse y continuar -como si nada- con el día… Carajo! la vida se ve distinta, la tarde se ve distinta, la oficina se ve distinta… Uno va con más ánimos, con mejor talante, descansado…
Lástima que puedo hacerlo poco!
Pero cuando una tarde, nos topemos por ahí, y me vean de buen humor y oloroso a Jean-Marie Farina… no pregunten pendejadas…!

Juancho Pérez

sábado, 1 de octubre de 2011

Mea culpa por ser Magallanero... (a propósito de la temporada pasada* y el inicio de esta)

                                                     
                                                                                                                             a mi hijo Sebastián…

  Yo no soy fanático del béisbol, tengo años sin ir al estadio, a ningún
  estadio, no me sé ni me importa el nombre del “roster” completo de
  ningún equipo, no tengo gorra, ni franela de ningún equipo nacional ni
  extranjero... y para rematar nunca fui bueno jugando a la pelota…
  A veces veo algún jueguito por televisión, pero nada más…
  Sin embargo, pese a todo lo anterior soy magallanero!

  Aquí comienza mi confesión…

  Imagino que debe haber sido por influencia de mi papá, pero sólo por
  ello, por influencia, que yo decidí hacerme seguidor de los Navegantes
  de Magallanes…
  Quiero dejar bien en claro que mi decisión nunca me fue impuesta, ni
  siquiera sugerida. De hecho, tan no puede haber sido así que ninguno de
  mis otros hermanos siguió este camino…

  Yo elegí ser magallanero por decisión personal y libre, y desde
  chiquitico… y nunca, jamás, he pensado en cambiarme de equipo…

  Pero claro, esta mañana, al ver la noticia de la eliminación de
  Magallanes a manos de los Leones, con resultado de 18 carreras a 5, en
  el José Bernardo Pérez, y después de una actuación tan mala como la de
  esta temporada, la pregunta vuelve a darme vueltas en la cabeza, ¿pero
  por qué carajo los magallaneros seguimos siendo magallaneros?

  Aquí comienza mi reflexión…

  La respuesta me la dio esta mañana Sebastián mi hijo…

  Él también es magallanero, incluso con más mérito que yo, porque tiene a
  sus abuelos maternos, a su abuela paterna, a su mamá, a su hermana, a
  sus tíos y a sus primos (es decir, todo su entorno inmediato) en el
  equipo contrario, y además porque le gusta el béisbol y como todo niño
  quiere que su equipo gane, y Magallanes no le da ese gusto…

  Anoche, comenzamos a ver el juego en el televisor de su cuarto,
  Magallanes empezó ganando, pero muy pronto comenzó la agonía, era el
  juego decisivo para la subsistencia del equipo, y cuando empezó la
  paliza a mí me provocaba apagar el televisor o al menos cambiar el
  canal, pero no podía tener esa actitud frente a mi hijo, así que me
  quedé allí calladito viendo aquella clínica de errores y cagadas… Hasta
  que este chipilín de 6 años recién cumplidos se me quedó viendo y me
  dijo (yo se que no era verdad): “Papi tengo sueño, mañana vemos como
  queda el juego…” Ya los dos sabíamos que estábamos eliminados…

  Esta mañana salí para la oficina tempranito, y llamé a la casa
  calculando que ya Sebastián estaría despierto para informarle
  oficialmente que Magallanes estaba eliminado… Además, hice una cosa que
  me da pena confesar, pero es parte fundamental de esta reflexión… Le
  pregunté, así como dejándole una puerta abierta, y pensando que quizá no
  sea justo que este niñito tenga que calarse las mismas angustias que yo
  (y el resto de los magallaneros nos hemos calado a lo largo de los
  años): “Mira Peta ¿y ahora a quién le vas?...” “A Magallanes papi…”

  Puede que uno no lo recuerde bien, pero sí hay un momento en que uno
  oficialmente se convierte en magallanero, y es cuando nos dan una paliza
  como la de anoche y uno se levanta, eliminado y humillado y todavía
  tiene las "santas pelotas" de decir: será el año que viene…!!!
*escrito el 29/12/2010 al día siguiente de la eliminación...

Juancho Pérez