lunes, 19 de agosto de 2013

UNA DE ZOMBIES…


En estos tiempos de paternidad con niños chiquitos, ir al cine es un lujo, por no decir un imposible… sin embargo, días atrás, en una de esas oportunidades que se presentan y hay que tomarlas,  nos ofrecieron hacernos el quite con los niñitos y así pudimos aprovechar  de ir a ver una película…

El objetivo era simplemente ver una película, sin mayor análisis ni consulta previa, sin saber ni ver carteleras, sin preparación… llegamos incautamente directo a la sala de cines a ver qué había.

Elegimos World War Z.

Honestamente, yo me dejé llevar por eso de “world war”… vainas de varón.  A mi esposa, en cambio, la convenció más el reparto… “Brad Pitt es un estupendo actor” – me dijo...  El hecho es que coincidimos en la selección.

Pero por desconocimiento, no reparamos en la “Z” del título. Z de zombies, es decir, Guerra Mundial Zombie.

De haberlo sabido, esa hubiera sido la clave para jamás elegirla... pero no lo sabíamos.

La trama va así. Una terrible, desconocida e incontrolable epidemia llega a las principales ciudades de EEUU, Europa, Asia – fíjense ustedes que esas desgracias apocalípticas nunca ocurren en Yaritagua ni en Ocumare, siempre es para allá arriba lejos, aquí abajo gozamos de cierta prerrogativa tercermundista – afectando a los seres humanos y convirtiéndolos en una especie de seres vivos/muertos, que con características cadavéricas, les da por atacar y comerse a los humanos sanos y normales. Lo peor, es que la epidemia se transmite vía mordisco… con solo morderte, zas! ya eres un zombie…

Nuestra intención, como quedó clara arriba, era simplemente ir a disfrutar de una buena película, un rato ameno… pero con semejante trama no tuvimos chance de lograrlo. Quizás sea el sistema de audio surround a-todo-volumen de las salas de ahora, quizá lo bien logrado de los efectos especiales, quizás que nos tomó por sorpresa la trama, no lo sé… pero el hecho es que me entró una taquicardia en la película que me daba vergüenza.  “¿Por qué carajo te inquietas tanto si es una película de zombies, de Z-O-M-B-I-E-S, que no existen…?” me repetía, mientras trataba de controlarme…

Mientras iba pensando en ello, comencé a darle vueltas también a otros temas relacionados con la trama y que entre tanto mordisco, sangre y plomo, me iban quedando sin respuesta: ¿Por qué está la humanidad – los gringos en realidad – enfrentando a los zombies? ¿Qué clase de invasión es esta, qué persiguen los zombies… si son unos seres bobos y hambrientos y más muertos que vivos? ¿Qué pasó con los malos de antes, rusos, norcoreanos, terroristas? ¿Por qué ahora a los súper agentes de la CIA y los comandos de fuerzas élites les toca enfrentar al elenco de Thriller?

Una tercera gran duda me embargó durante toda la película: ¿Por qué no nos paramos y nos largamos de aquí?

No lo hicimos. Nos quedamos hasta el final.

En la película pasa lo que tiene que pasar. No quiero aguarles la fiesta a los amantes del género, vayan y véanla. Aunque según los entendidos en la materia, la película no es fiel al libro de Max Brooks.

Me enteré también después, que este autor es el hijo de Mel Brooks, y que – imagino que continuando con la tradición jodedora de su viejo – se ha vuelto un gurú en zombies a tal punto que los zombies-adictos van y compran sus libros y hasta se los leen… mientras Brooks simpáticamente se burlará de ellos y se enriquece gracias a ellos…

Salimos de la función, y en la vía de regreso yo seguía pensando en los zombies… ¿Por qué los zombies? ¿Qué de especial tienen estos personajes salidos de la tradición y del vudú haitiano, que atraen tanto a nuestra cultura contemporánea? ¿Cuál es el interés en unos seres de conducta autómata y semi-muerta? Y por último, ¿Por qué plantearnos una guerra mundial contra estos seres?...

Así fui todo el camino, hasta que llegamos a la casa.

Una vez allí, encontramos a los niños más grandes concentrados sin decir palabra pegados en sus Ipods, la más pequeña también estaba totalmente abstraída viendo algo en un tablet… una vez acostados los niños, y ya en nuestra cuarto, intenté comentarle algo a mi esposa, hasta que me di cuenta que era inútil, pues ella estaba entregada a Candy Crush Saga en su Smartphone…


Y entonces comprendí que no sólo estamos en guerra contra los zombies, sino que ya estamos contagiados…


Juancho Pérez