viernes, 22 de junio de 2012

LA COHERENCIA DEL VALIENTE… EL CASO DE TOMÁS MORO




Anatomía del Miedo. Este es el título de un libro (Anagrama 2006) en el cual José Antonio Marina realiza una profunda descripción del hombre frente al miedo.

Pasando por los diversos miedos, desde los normales hasta los patológicos, se apoya en cuarto-bates  del pensamiento como Kafka, Rilke, Camus, Greene, y otros… para así  -en siete capítulos- presentarnos un tratado psicológico-filosófico sobre el miedo.

Pero el libro no se limita sólo a ello. Después de toda esta anatomía en la que es fácil y evidente sentirnos retratados, aparecen los dos últimos capítulos que son para mí la razón por la cual este libro de Marina se convierte en un clásico de toda biblioteca: Un tratado sobre la valentía. Así lo subtitula.

Hay un instante, en el cual el hombre supera lo neurológico y psicológico, trasciende lo animal e instintivo, y movido por un fenómeno exclusivamente humano y humanizante, se enfrenta al miedo y lo supera. Ese fenómeno es la valentía.

Rescato y comparto con ustedes, la que a mi juicio es la frase del libro: “El valiente siente miedo, pero actúa como debe «a pesar de él».”

Saber lo que se debe hacer, cómo y cuándo hacerlo, pero al final hacerse el paisano y seguir de largo, sin actuar… eso será quizás de tipos listos, astutos… pero valientes no.

Ese actuar como se debe, es precisamente, lo que definiríamos como coherencia.

Hoy 22 de junio, recordamos a Tomás Moro. Un hombre importante de su tiempo, abogado exitoso, político sagaz y admirado que llegaría a ser Lord Canciller de Enrique VIII…  pero sobre todo, un hombre valiente, un hombre coherente, a tal punto, que murió por ello.

Esta fue su decisión: no abjurar ni de sus principios ni de su religión. Acusado de alta traición fue condenado a pena de muerte. No hubo forma de convencerle que relajara su posición... ni su hija Margarita, ni su mujer Alicia lo consiguieron. El 06 de julio de 1535 fue decapitado.

El día de su ejecución, con un buen humor ejemplar, dijo al salir al corredor frío: "por favor, mi abrigo, porque doy mi vida, pero un resfriado sí no me quiero conseguir".

El hombre valiente sabe que el humor es un compañero fiel del valor.

Sus últimas palabras en el cadalso fueron de honor para su Rey, pero de entrega a su Dios. ¡Una actitud coherente con su vida!

Subido a los altares por católicos y anglicanos, por su ejemplo de hombre serio, por su coherencia y por su valentía, fue designado en el año 2.000, patrono de políticos y gobernantes.

Ese es el caso de Tomás Moro, un hombre grande para todos los tiempos.

Pero el miedo lo sufrimos todos, y por pequeñita cosa e insignificante que parezca, a todos se nos presenta la oportunidad – aunque sea una vez – de ser valientes.

Allá cada quien con sus miedos... Allá cada quien con su valentía, y con su coherencia…


Juancho Pérez

lunes, 11 de junio de 2012

BANDOLEROS, ROMANTICISMO… Y CUANDO LAS CIUDADES DAN MIEDO



Siempre me ha resultado chocante e ingenua esa postura romántica de la historia que al querer mostrar el mundo a través de su prisma, termina distorsionándolo todo.

Buen ejemplo de esto lo encontramos en la literatura (y por herencia en el cine) donde nos muestran personajes que han sido viles y nefastos, pero gracias a la pluma de un buen y romántico escritor, son convertidos y recordados como héroes épicos ejemplares.

Cito algunos casos: Dick Turpin, aquel hombre de maneras cultas pero ágil y audaz caballero, que con pañuelo en el rostro asaltaba los carruajes de los señores ricos de la Inglaterra del siglo XVIII, quitándole sus pertenencias y además cautivando a sus mujeres… o Roque Guinart aquel personaje de Cervantes, salteador de caminos, que Don Quijote se topa en su viaje a Barcelona y a quien en “tres días y tres noches” no se cansó de admirar el flaco caballero andante.

Por supuesto, ni hablar de la leyenda de Robin Hood ¡el arquetipo del forajido! Y así miles y miles más…

Hemos terminado - en los libros y en las pantallas - reivindicando y admirando a bandoleros, delincuentes, salteadores, asesinos, piratas, secuestradores, forajidos de todos los tiempos… ¡y sólo por romanticismo no más!

Pero resulta que tanto Turpin, como Roque Guinart (ó Rocaguinarda quien era el verdadero bandolero que inspira a Cervantes), eran azotes de su tiempo… 

Dudo mucho que llegaran con el pañuelo en la cara y abordaran los carruajes mientras tomaban el dinero y pertenencias, y justo antes de marcharse soltaran algún chistecito astuto y le guiñaran el ojo a la bella sobrina del gran señor… 
Por el contrario, eran hombres violentos, rudos, brutales y dispuestos a todo para lograr sus objetivos… a cometer toda clase de vejaciones y por supuesto también a matar… Eran hombres temidos y perseguidos por ello.

Visto así, para mí esta clase de tipos no tiene nada de romántico… ni antes, ni mucho menos ahora.

Hoy, en pleno 2012, vivimos en una Caracas que da miedo. Tanta inseguridad, violencia, delincuencia… una ciudad peligrosa donde los salteadores y bandoleros no son cuentos, sino realidades y malos ratos.

Ya me dirán los que se han ido afuera, con una ceja arqueada y el dedo levantado casi pontificando: “viste, por eso me fui, yo te lo dije…”

Por su lado, me dirán los racionales-positivistas con ademán científico técnico: “estos son ciclos que viven las sociedades, recuerda la Nueva York de los 70´s, la Lima de los 80´s ó la Bogotá y la Medellín de los 90´s…”

Ok, está bien… pero a nosotros, los caraqueños que hoy estamos aquí en Caracas, nos toca sufrir vivir está situación, entenderla, tomárnosla en serio y ser muy precavidos.

Aquí señoras y señores, en este punto, se acaba el romanticismo.

De políticas públicas de seguridad que hablen los expertos... pero que hablen pronto.


Juancho Pérez