lunes, 22 de julio de 2024

DOS VISIONES SOBRE LA TÉCNICA PARA UNA APROXIMACIÓN A LA CIBERTEOLOGÍA


 

1.- Ortega y Gasset: bríos y miedos.

Resultó acaso un acto de – digamos – profecía aquella sentencia de Ortega y Gasset (él la llamará escaramuza) con la cual inicia su meditación de la técnica: “uno de los temas que en los próximos años se va debatir con mayor brío es el sentido, ventajas, daños y límites de la técnica[1].

Ortega hizo aquella precisa advertencia en las primeras décadas del siglo XX (1933) mientras dictaba un curso para la inauguración de la Universidad de Verano de Santander. Y hoy casi cien años después, el debate sobre el sentido, ventajas, daños y límites de la técnica ciertamente se da con bríos, pero también con miedos.

Nos podría parecer casi un absurdo que el hombre tenga miedos, si con Ortega y Gasset, aceptamos que el hombre vive porque quiere, y que la vida no es una imposición a la fuerza sino un acto de voluntad (casi un empeño). Siendo esto así, es decir, siendo que el hombre decide optar por vivir ¿por qué entonces vivir con miedos?

Cuando decidimos hacer, producir, aquello que no está en la naturaleza – entendida esta no sólo por lo que nos rodea sino como toda circunstancia – lo hacemos, nos dice Ortega, desprendiéndonos transitoriamente de esas urgencias vitales para ocuparnos de otras actividades que no son satisfacción de necesidades.

Y es justo en ese instante en el cual surge la técnica, como el conjunto de todos los actos que modifican o reforman la circunstancia y la naturaleza logrando que haya en ella lo que no hay.

Quizás entonces sea eso que creamos, que construimos, que producimos, eso que no estaba en la naturaleza y por ello le hemos impuesto con bríos, lo que también nos traiga miedos. Bríos y miedos como las dos caras de una misma moneda.

Pues parece que al final la vida que ese hombre se empeña en vivir, no solo consiste en el hallazgo de soluciones a las necesidades materiales, el hambre, el frío, la enfermedad… sino que ese empeño en vivir, esa tozuda insistencia en ser, esa briosa voluntad de transformar y modificar la circunstancia, no termina ni se satisface en el estricto, finito y limitado campo de la naturaleza. Va más allá, nos conduce a una zona más compleja y más desconocida: lo sobrenatural. Allí estriba pues la razón de los miedos, en lo desconocido de esa parte de vivir.

Ortega nos lo deja saber así, casi al cierre de su meditación. Lo asoma sin desarrollar, como una sugestiva reflexión inconclusa: “…la vida humana no es solo lucha con la materia, sino lucha del hombre con su alma”.

 

2.- Heidegger, en búsqueda de la verdad.

Comenta Rodney Stark en su estudio sobre la influencia del cristianismo en el mundo occidental[2], que cuando los primeros europeos llegaron tanto al oriente como a los territorios del nuevo mundo, se sorprendieron tremendamente al evidenciar el nivel inmenso de su superioridad tecnológica.

Las razones de esa superioridad tecnológica, de ese afán del progreso del mundo europeo, tienen diversas explicaciones. Pero lo cierto es que la técnica en occidente propició y permitió un evidente mayor desarrollo para la humanidad. Pero, ¿cuál fue la diferencia entre a la técnica occidental y la técnica de otros lugares del planeta?

Quizás la respuesta la encontremos en Martin Heidegger[3] y su concepción de la técnica más allá de la visión antropocéntrica, es decir, al plantearnos que esta supone e implica un modo de compresión del mundo.

Heidegger separa la técnica (como instrumento) de la esencia de la técnica (el desocultamiento de la verdad). Y esta dualidad de conceptos sin duda otorga una buena manera de aproximarnos a la respuesta que intentamos conseguir sobre el porqué de la diferencia de la técnica occidental.

Fue la occidental una técnica que atendió a su esencia, a su desvelamiento, y es a través de ese desocultamiento que el hombre llega a ser libre, pasando de ser esclavo a oyente. Nos dice Heidegger que la libertad gobierna lo libre en el sentido de lo iluminado, lo develado, lo desocultado. Y es justamente ese acontecimiento de lo desocultado donde radica la verdad, como el más íntimo parentesco con la libertad.

Ceñida y definida como está la técnica y la esencia de la técnica por una serie de elementos y circunstancias que forman una constelación o marcha estelar de lo misterioso, ambas nos conducen inexorablemente a la pregunta por la verdad, es decir, al advenimiento de la verdad.

Es esta reflexión la que permite al hombre meditar sobre su libertad y su salvación, entendida esta última como la liberación de un estado o condición indeseable.

 

3.- ¿Cabe una respuesta (que nunca pidieron) teológica para Ortega y Heidegger?

Según la esposa de Xavier Zubiri, alumno y amigo de Ortega, al momento de su muerte el filósofo español que durante su vida había mantenido una relación más bien de conflicto con la religión, se reconcilió in extremis con el catolicismo.

Por su parte, Martin Heidegger, se mantuvo siempre en una postura de desmarque de lo religioso. Entre la religión y la filosofía, apuesta por esta última, acaso como una manera más auténtica y más libre – pensaría quizás – de llegar al Dios verdadero.

Lo cierto es que más allá de lo anecdótico, ambos filósofos se dedicaron a pensar y reflexionar sobre la técnica como una acción, una actividad, un quehacer y una característica del ser humano. Es decir, ambos filósofos hicieron filosofía de la técnica, nunca teología de la técnica.

No es intención de este breve ensayo buscar las bases – si las hubiese – de la presencia de lo divino en los planteamientos filosóficos de Ortega y Heidegger. Mucho menos se pretende barnizar de cristianismo las visiones de estos pensadores.

La pretensión de este trabajo por lo tanto no es intentar una respuesta teológica ni a Ortega ni a Heidegger. Eso sería más que una impertinencia un disparate. Sin embargo, sí cabe hacernos el ejercicio justo contrario: ¿Cabe una respuesta desde Ortega y Heidegger y sus visiones de la técnica para aproximarnos a la teología? Apuro mi veredicto, sí cabe.

Pero no bajo el encuentro de una disciplina que estudia a la otra, sino, como una disciplina (en este caso la filosofía) que da argumentos a otra para presentarse con solidez ante los nuevos tiempos. Por ello no estaríamos abordando la teología como la disciplina que estudia a lo divino fundada en los textos sagrados, la tradición y los dogmas. Estaríamos hablando de ciberteología como la respuesta “técnica” que la teología da – o debería dar – ante el avance precisamente de la tecnología.

 

4.- Una aproximación a la ciberteología.

Los tiempos cambian y la tecnología hace que estos cambios sean no solo más frecuentes y más rápidos, sino más amplios y más profundos. Es dentro de esta línea de cambios en la cual el jesuita Antonio Spadaro S.J., se hace la pregunta “¿no cambiará nuestro modo de pensar y vivir la fe?”[4].

Si el ciberespacio subraya nuestra finitud y al mismo tiempo refleja nuestro deseo de infinito, de lo divino, existe entonces un campo en el cual la espiritualidad y la tecnología se cruzan. De allí que la tecnología permita expresar una forma de deseo de “trascendencia” en la condición humana. Esto se aplica también a ese “espacio de comunicación que abre la interconexión mundial de los computadores y de las memorias informáticas”.[5]

Pero ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de ciberteología?

 

Vale la pena recurrir a lo expuesto por Spadaro en su libro:

“Susan George ha recogido cuatro definiciones de ciberteología como propuesta para una posible comprensión. La primera definición la encuadra como teología de los significados de la comunicación social en los tiempos de Internet y de las tecnologías avanzadas. La segunda la entiende como una reflexión pastoral sobre cómo comunicar el Evangelio con las capacidades propias de la Red. La tercera la interpreta como el mapa fenomenológico de la presencia de lo religioso en Internet. La cuarta considera la Red como lugar de las capacidades espirituales. Se trata, como se ve, de una tentativa interesante, aunque inicial, de definir un campo de reflexión.

La teóloga inglesa Debbie Herring, por su parte, en el sitio cybertheology.net, que recoge racionalmente recursos y links, ha distinguido tres secciones: “teología en”, “teología del” y “teología para” el ciberespacio. La primera recoge materiales teológicos disponibles en Red; la segunda ofrece una lista de contribuciones teológicas al estudio del ciberespacio; la tercera consiste en reunir lugares en que se hace teología en Red (foros, sitios, mailing lists...). Estas distinciones son interesantes y aportan más claridad, enriqueciendo la reflexión.

Carlo Formenti, en su Incantati dalla rete, dedica un capítulo a la ciberteología entendiéndola como el estudio de las connotaciones teológicas de la tecnociencia, una <teología de la tecnología>, que en cambio Susan George tiende a mantener diferenciadas. El número monográfico de la revista Concilium de 2005 con el título de ‘Ciberespacio, ciberética, ciberteología’, ofrece una aportación interesante, que implícitamente parece definir la ciberteología como el estudio de la espiritualidad que se expresa en y a través de Internet y de las actuales representaciones e imaginaciones de lo <sagrado>. Se trataría, por tanto, de la reflexión sobre el cambio de la relación con Dios y con la trascendencia.

Pero quizás ha llegado el momento de dar un paso más, buscando un nuevo estatuto, más preciso, para esta disciplina que parece tan difícil de definir. Debemos, por tanto, considerar la ciberteología como la inteligencia de la fe en el tiempo de la Red, es decir, la reflexión de pensar la fe a la luz de la lógica de la Red.”[6]

 

Veíamos arriba como para Ortega la vida humana no es solo lucha con la materia, sino lucha del hombre con su alma. Entendido esto así, entonces es tan necesaria la técnica para hacer fuego, como la técnica para generar espacios de encuentro del hombre consigo mismo.

Heidegger al hablarnos de desocultamiento, nos pone de cara a la búsqueda de la verdad y de la libertad, para concluir que es a través de esta vía como se llega a la “salvación”. A ello atiende la esencia de la técnica.

Ambos filósofos en sus planteamientos, coinciden perfectamente. Ambos pensadores, en la sensibilidad propia de aquellos hombres que se dedican al pensar, ven con claridad que el sentido de la existencia humana va más allá de la simple respuesta a las necesidades materiales.

El hombre tiene de manera inexorable un sentido de trascedencia, siento siempre un llamado a ella. Trascendencia que se da no sólo en el plano del "ser" sino en el plano del "hacer”. De allí que cobre una especial importancia la relación entre la filosofía y la teología, porque nos permiten atender a los dos planos de la trascendencia.

Esta relación la plantea de manera muy clara el catedrático de teología moral Julio L. Martínez:

La declaración Dignitas infinita es un ejemplo de diálogo fructífero entre teología y filosofía, diálogo que dispone a la relación –también necesaria— de la teología con las otras ciencias. En efecto, la filosofía pretende alcanzar una comprensión global y universal de la realidad, que trasciende la inmediatez de lo empírico. Se sitúa así en la misma longitud de onda que la teología, reclamando totalidad y universalidad. Las fuentes epistemológicas de teología y filosofía son diferentes, pero similar su pretensión de ser ciencia fundamental.”[7]

 

Por ello resulta más que pertinente hablar hoy de ciberteología, entendida esta por supuesto desde el agustiniano enfoque de fides quaerens intellectum (la Fe busca el entendimiento), pero también con una función ética de colcocar a esta en el centro para promover el desarrollo y no la destrucción; la inclusión y la no discriminación, es decir, con la intención clara de humanizar la tecnología en lugar de tecnologizar lo humano.[8]

Y por úlitmo, aunque más en orden confesional pero no menos importante, dado pues que el cristianismo es fundamentalmente un proceso comunicativo, pues todo en él supone comunicación (desde la inicial relación divino-trinitaria, hasta las más simples formas cotidianas y mundanas de evangelización y catequesis), y el ciberespacio es hoy el lugar de encuentro y desarrollo de la humanidad contemporánea, el surgimiento de una ciberteología ¿no pareciese una necesidad de indispensable atención en estos tiempos?

 

 Juan Salvador Pérez

 

 

 



[1] Meditación de la técnica, Ortega y Gasset, Revista de Occidente (5ª ed 1964)

[2] The victory of reason. How cristianity led to freedom, capitalism and Western success. Rodney Stark, Random House. 2006.

[3] Filosofía, ciencia y técnica. La pregunta por la técnica. Martin Heidegger. Editorial Universitaria, 1997

[5] https://tecnoevangelizacion.blogspot.com/2021/05/que-es-la-ciberteologia-antonio-spadaro.html

[6] Ciberteología: Pensar el cristianismo en tiempos de red. Antonio Spadaro S.J. Herder Editorial, 2014.

[7] En nombre de la dignidad. Artículo de Julio L. Martínez publicado en la Civilta CAttolica en julio de 2024. https://www.laciviltacattolica.es

[8] El planteamiento aparece en este artículo de Vincenzo Paglia, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida, publicado en Alfa & Omega en julio de 2024. https://alfayomega.es

sábado, 18 de mayo de 2024

DIMAS Y GESTAS


 La tradición les otorga los siguientes nombres de pila: Dimas y Gestas.

Gestas suele estar representado en el arte siempre con expresión dura, de hombre malo, ceño fruncido, molesto. A Dimas, en cambio, le dan un semblante distinto, más suave, una mirada casi dulce, más bien calmada, del hombre que encuentra paz en los últimos momentos de la vida.

Ambos corren la misma suerte a manos de las leyes romanas: morir crucificados, en el mismo lugar (el Gólgota) y en el mismo día que otro hombre que para ellos quizás resultaba un desconocido.

Este hombre no es como ellos, no actúa como ellos. Recibe igual paliza, vejación, golpes, escupitajos, insultos, burlas de parte de sus verdugos. Pero calla, lo lleva en silencio, no se queja, no pide piedad, no suplica, no llora, no maldice. Acaso por ello recibe más castigo, el ensañamiento resulta mayor con aquel hombre todo roto que aguanta, y aguanta, y aguanta.

Dimas comienza a ver algo distinto en ese galileo, no sabe qué es, no sabe quién es. Pero se conmueve ante aquella conducta. ¿Cómo puede mantenerse así, en esa especie de paz?

Las burlas y la maldad de los verdugos se enfilan contra el hombre manso. Es más fácil, más divertido, más cruel, más de tipos rudos ver sufrir al débil, al que no se opone.

Algo en Dimas se activa en su interior, no sabe por qué. Revelación: lo definirá más tarde la teología. Ya no es simplemente que se siente conmovido. De pronto ha comenzado a admirar la conducta de ese hombre. El mensaje que transmite sin decir ni una palabra es tremendamente poderoso, inspirador.

La hora llega. Salen en marcha al Gólgota, en el camino Dimas y Gestas van delante, el otro hombre va detrás de ellos, más lento, sufrió más en la víspera.

Al llegar al lugar, los tres reos son despojados de la poca ropa que llevaban puesta. Los cuelgan de sus cruces, y allí les dejan para que mueran. En el madero de aquel hombre todo roto, colocaron con sorna un letrero: “Este es el rey de los judíos”.

Gestas, desde su cruz, lleno de rabia, de ira, de dolor, lee aquel letrero y le increpa aquel hombre: “¿No eres tú él hijo de Dios? Sálvate y sálvanos”.

No recibe respuesta. Solo una mirada.

Dimas de pronto comprende (sin comprender) por fin qué es lo que pasa. Reprocha y manda a callar a Gestas… Y desde su cruz, lleno de una paz y de calma que nunca había sentido, alcanza a decirle al hombre roto: “Acuérdate de mí…”



Juan Salvador Pérez

martes, 13 de febrero de 2024

LA OBSERVANCIA MÁS ALLÁ DE LO PACTADO. Breve reflexión sobre el Pacto de Puntofijo.

 


Pacta sunt servanda, decían –o enseñaban, para ser más precisos– los antiguos romanos. Lo acordado, lo convenido, lo pactado, debe cumplirse, debe ser observado. Dicha así la frase podría resultar más bien una chocancia imperativa, sobre todo en estos tiempos donde pareciera haber un necio y apresurado cuestionamiento previo (y casi infantil) a todo, pero no se trata de una imposición, sino justamente de lo contrario. Observar lo acordado no es una obligación, sino una necesidad para que la vida social acontezca. La observancia de lo pactado es indispensable para que los seres humanos seamos verdaderamente humanos. Por supuesto, siempre en el entendido de que aquello que se pacta sea una acción o un compromiso humanizante.

 Cumplir lo acordado es, pues, un principio base del Derecho y al mismo tiempo es un pilar fundamental de la sociedad, sobre todo de la sociedad democrática, entendida esta como una sociedad llamada a humanizarnos a todos. Cuando en su radiomensaje de víspera de Navidad, en el año 1944, el papa Pío XII centró su discurso en la elección que la Iglesia hacía de la democracia como forma de gobierno preferida, no solo lo hizo desde la constatada, vivida y sufrida experiencia de la Guerra Mundial, o por haber presenciado el desastre que supuso la experiencia dictatorial de los años precedentes, sino que lo hizo desde la “… cuidadosa meditación de las complejas realidades de la existencia humana, en sociedad, y en un contexto internacional, a la luz de la Fe y de la tradición viva de la Iglesia”. 

Por ello, Pío xii, en aquella ocasión, no apostó a la democracia como fin, sino como medio: "Si, pues, en esta solemnidad, que conmemora al mismo tiempo la benignidad del Verbo encarnado y la dignidad del hombre (dignidad entendida no sólo bajo el aspecto personal, sino también en la vida social), dirigimos Nuestra atención al problema de la democracia, para examinar según qué normas debe ser regulada para que se pueda llamar una verdadera y sana democracia, acomodada a las circunstancias de la hora presente; esto indica claramente que el cuidado y la solicitud de la Iglesia se dirige no tanto a su estructura y organización exterior –que dependen de las aspiraciones propias de cada pueblo–, cuanto al hombre como tal que, lejos de ser el objeto y como elemento pasivo de la vida social, es por el contrario, y debe ser y seguir siendo, su agente, su fundamento y su fin."


Establece el pensamiento social de la Iglesia, que una auténtica democracia: "[…] no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: "la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del ‘bien común’ como fin y criterio regulador de la vida política".2 

Y así mismo, para hablar de democracia en los términos de la Doctrina Social de la Iglesia, debe existir: Estado de derecho, división de poderes, control social, rendición de cuentas y participación ciudadana; todo esto en la base de una recta concepción de la persona humana. Como bien es sabido, en 1958 Venezuela entra en la era democrática de nuestra historia republicana, y el Pacto de Puntofijo representó el acuerdo político (es decir, entre actores políticos) indispensable para poder hacer viable y sostenible toda aquella fuerza democrática que emanaba de la gente en la calle. Los venezolanos querían democracia y el liderazgo político supo cómo hacerlo posible, porque más allá de lo estrictamente acordado, acotado y aceptado en el texto de Puntofijo, lo que verdaderamente se acordó cumplir, respetar y observar fue la constante construcción y consecución de un sistema democrático. 

Ese fue el clamor de la gente y ese fue –en perfecta sincronía– el foco de acción del liderazgo. Hubo una tácita observancia de lo acordado más allá de lo pactado: hacer una democracia.

El tiempo y la costumbre hicieron de las suyas como siempre ocurre cuando no se atiende al necesario e indispensable mantenimiento: se dieron las cosas por seguras, se perdió la atención y el foco, por distracción se abandonó la prioridad principal de la democracia como medio para la dignificación del ser humano, se deterioró la confianza y se vino abajo el sistema. 

Pero la buena noticia es que hoy, como también es bien sabido, en Venezuela la gente ha vuelto al clamor democrático. 

Los más recientes estudios de opinión realizados desde la Fundación Centro Gumilla –así como otras instituciones serísimas– dejan en clara evidencia que los venezolanos no solo anhelan y desean vivir en democracia, sino que hacen todo para ello, se organizan para ello, apuestan activamente a ello. Y así como en 1958 el liderazgo político supo entender el momento y ponerse de acuerdo para armar el andamiaje y poder dar observancia a un pacto democrático, hoy las condiciones están dadas para ello. Es pues menester que así sea.


Juan Salvador Pérez


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NOTAS: 

1 Radiomensaje “Benignitas et humanitas” de su santidad Pío XII en la víspera de Navidad. 24 de diciembre de 1944. 

2 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. La doctrina del bien común es explicada por Juan XXIII en la encíclica “Mater et magistra (sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana)” (1961): “Este concepto [del bien común] abarca todo un conjunto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección.”(§65). Esto implica una distinción frente a versiones utilitaristas o mayoritarias del bien común, implicando una noción de armonía entre la pluralidad de sectores sociales, afianzado también sobre las necesidades materiales de los individuos que actúan con interdependencia en la sociedad.