jueves, 24 de noviembre de 2011

CECILIAE, MALA TRADUCCIÓN, MÚSICA Y TORTURA!



En esta semana - el 22 de Noviembre - celebramos el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos.

La historia de esta Santa no está clara *… ni siquiera está claro si existió o es simple leyenda… pero el hecho es que desde +/- 480 DC su nombre aparece en los listados de santos, canonizada en 1594 y - según los expertos - por un error de traducción designada patrona de los músicos.

Pero a mí, lo que me resulta más curioso de toda esta historia, es precisamente lo relativo al error en la traducción.

Según los expertos (yo solo repito) en los textos más antiguos de las Actas de Santa Ceciliae, no decía originalmente canéntibus órganis (en relación a instrumentos musicales) sino candéntibus órganis (en relación a instrumentos de tortura)… Evidentemente, no es lo mismo.
Aunque… pensándolo mejor, la relación es bien estrecha.

Dizzie Gillespie decía que sólo existen 2 clases de música: la buena y la mala. Y si hay algo que puede resultar verdaderamente insoportable y cruel es tener que escuchar  - y por lo general suele ser de manera obligada - música mala.

Pongo ejemplos para explicarme.

Caso 1. Viernes por la noche de una semana terrible. Llega uno a casa cansado y lo recibe la familia tranquila. Cena ligera para descansar bien. No hay planes de salida nocturna, sino más bien de levantarse temprano para bajar a la playa. Todos en pijamas a sus respectivas habitaciones…. Y entonces tipo 10:00 pm arranca en el edificio de al lado un Disc-Play con un “Puki-Puki” a TODO volumen. Probable fiesta de 15 años (¡!), que se acabará a golpe de 4 am…

Caso 2. Llegada al Aeropuerto Internacional de Maiquetía. Larguísima cola de migración que coincide con la llegada de todos los vuelos a la misma hora y sólo 3 taquillas abiertas.  Retirar equipaje por correa 2. No, correa 5. No correa 2, correa 2… Superado el drama de las maletas y el susto de haber perdido alguna que por fin salió de última. Larga cola de revisión SENIAT. Negociación “in extremis” con el sindicato de maleteros de IAAIM. Ubicación del chofer. Montar las maletas - que casi no caben - en el carro. Por fin comienza el viaje de subida Maiquetía – Caracas. Antes del primer túnel, INMEEEEENSA cola… El chofer con cara de tipo simpático se voltea y dice: Jefe, tranquilo que aquí le tengo un MP3 con 179 canciones bien finas de Arjona!...

Caso 3. Piñata “puesta-en-escena” de amiguita de mi hija a la cual NO PODEMOS FALTAR. Mucha gente y muchas niñitas entre 4-5 años. Por fin, después de actos de Princesas con actores que cuando actúan gritan, se tumba la piñata. Luego se pica la torta. Proceso de negociación con mi hija para poder irnos. Varios intentos fallidos. Logramos convencerla al final bajo el chantaje-ilusión del “cotillón” (otrora regalito de salida). Nos montamos en el carro que tuvimos que estacionar a 4 cuadras de la casa de la fiesta. Mi hija abre el cotillón. Regalo principal: CD con los éxitos más pegados de Reggeaton. Ahora hay que escuchar el disco cada vez que estamos en el carro, mientras ella canta “mi niña bonita”…

Yo no creo - claro está! - que estos casos sean de ninguna manera caminos para la Santidad, pero sí creo que son una suerte de tortura light… Por ello le pido a Santa Cecilia fuerzas para llevarlo con gallardía.


Juancho Pérez

*les paso este link para mayor información http://www.histomusica.com/libros/hitos.php?capitulo=97

domingo, 13 de noviembre de 2011

CATA… RECATO… y el cumplimiento de las obligaciones



Hay días en los cuales coinciden varios compromisos a la vez, a veces se puede uno escapar de alguno, a veces no.

En estas noches me ocurrió el segundo caso, dos eventos a los que no podía faltar: un cocktail en la casa de mi jefe (obligación laboral) y una cata de Oporto y Chocolate organizada por las Asociación de… (obligación institucional). Ustedes dirán - y con razón - que a “obligaciones” así vale la pena estar obligado, no es lo mismo “ir de tragos” que p.e. asistir a una cadena presidencial; pero créanme, obligación es obligación…

Decidí estratégicamente (por horario, conveniencia  y sobre todo TRÁFICO) comenzar primero por la cata.

Jamás había asistido a una cata, no me había nunca llamado la atención… cosas de instinto, quizás!  Pero bueno, llegué a tiempo, todo el mundo ubicado en sus mesas, y muy atentamente escuchando al experto catador que con credenciales de famoso gastrónomo (y panza como evidencia) nos iba explicando con aires de historiador “bonchón” desde las características de la región de Porto hasta las propiedades organolépticas (¡?) del oporto… hasta allí todo me pareció – digamos – lo esperado.

Luego, comenzó la cata en sí misma. Nos sirven un vasito de oporto y comienzan las indicaciones y el performance: Breve sorbo, suficiente para un buche. Pasear por la boca de lado a lado varias veces (como el Listerine pensé yo y seguro que varios más de los presentes). Tragar. Segundo breve sorbo. Esta vez mantener en el paladar (es decir sin dinámica de Listerine). Con el sorbo en la boca aspirar aire por la boca (coño!) y procurar que los ésteres lleguen a la región “retronasal” (coño! coño!). Tragar al final…  Ya en esta parte comencé a sentirme – son cosas mías y sólo mías – ridículo.

Pero a mi sensación de ridículo, tuve que agregar la de avergonzado, cuando me dí cuenta que mi vasito de oporto prácticamente estaba vacío en dos sorbos, mientras que el resto de los presentes tenían sus vasos prácticamente llenos… mi vaso no daba para más cata.

Había tomado la precaución antes de entrar en la cata, de advertirle a los organizadores que debía retirarme temprano porque tenía otro compromiso y bla,bla,bla… así que ante mi ridículo y mi precavida advertencia, disimuladamente me escurrí hasta la puerta y me fui.

Llegué luego a la casa de mi jefe. Saludé – en correcto pero precario francés – a los invitados, me excusé por el breve retraso, explicando – en español – que había tenido un compromiso previo y bla,bla,bla. Se me acercó un mesonero con su bandeja “full-equipo” y me preguntó: ¿Qué le sirvo?

Viéndole firmemente a los ojos le dije: Whisky en las rocas, poco hielo, vaso corto.

Esta vez me tomé el whisky sin instrucciones pero con más recato.

Juancho Pérez

jueves, 10 de noviembre de 2011

KRISTALLNACHT… pequeña reflexión sobre “el otro” en tiempos de indiferencia


70 años es más o menos (según los expertos) el promedio de vida del venezolano, es decir, que lo ocurrido hace 73 años, hoy muy pocos lo recuerdan vívidamente… pero no por ello debemos conformarnos por no enterarnos de las cosas pasadas, sobre todo si fueron hechos que no deberían volver  a ocurrir.
Esta semana tuve la suerte de ser invitado al acto recordatorio de la Kristallnacht ó Noche de los Cristales Rotos. Representa esta fecha el inicio de uno de los períodos más horribles sufrido por el pueblo judío en la historia, y que llevó a toda la humanidad a ser testigo de la espantosa y bárbara  “solución final” Nazi.
De esa noche de cristales rotos, hacen hoy 73 años, y me atrevo a asegurar que muy pocos de nosotros sabemos bien de qué se trató aquello (allí les dejo esa tarea)…
Por mi parte, la verdad es que me sorprendí mucho cuando recibí la invitación. Primero, porque nunca había sido requerido ni invitado a actos así. Segundo, porque aunque siempre me ha resultado un capítulo tristísimo de la especie humana, el tema del “Holocausto” no me era cercano. Tercero – y quizás lo que más me sorprendió – fue ver en la invitación que el orador de la noche sería un sacerdote católico y para más señas, jesuita.
El acto me conmovió sobre manera por la emotividad de los participantes, por aquellas historias narradas por testigos y por hijos de testigos que petrifican - por lo duro y crudo - al más guapo…
El corazón se me encogió al momento de los cantos y rezos de los presentes… Realmente estaba conmovido…
Pero fueron  las palabras del orador de orden, las de aquel - que al igual que yo - no formaba parte directa de aquella conmemoración, las que me ayudaron a entender qué significado tiene un acto como este para todos los miembros de la raza humana.
Fue escuchándole que comprendí que sólo hay una manera de evitar atrocidades como estas… sólo hay una forma de que el ser humano, el hombre, nuestra especie, no cometa tamañas bestialidades… esa forma, esa manera, es reconociéndose uno mismo en “el otro”… y ese reconocimiento va más allá de la simple y tan-de-moda “tolerancia”, pues no se trata sólo de respetar la diversidad del otro por ser otro, sino que en ese otro podamos vernos a nosotros mismos, como en un espejo…
Como habrán podido darse cuenta, esta conmemoración de Kristallnacht, me sacudió hasta lo más íntimo, porque me ví en ese espejo, porque ví a mi familia en ese espejo, porque ví a mi país en ese espejo…
Por  eso hoy... aquí …en este blog, rindo mi humilde tributo!
JUANCHO PÉREZ


martes, 1 de noviembre de 2011

EL N° 7…. MIL… y una rápida reflexión sobre las rifas de las piñatas




Discúlpenme ustedes el lugar común… pero comienzo el mes con el titular del día… (predecible, o no?)
Para algunos (los pesimistas) somos muchos y entonces tenemos que organizarnos pronto y controlarnos (o que nos controlen) porque no vamos a caber. Para otros (los otros pesimistas) la población mundial está más bien tendiendo a la “desaceleración” y esa sería entonces una señal de alarma…
A mí, que por cierto nadie me ha preguntado nada al respecto, la cifra me gusta y me gusta mucho.
Cuando era niño, en las piñatas de entonces, que eran muy distintas a las bulliciosas, concurridas,  puestas-en-escena y excesivas piñatas de ahora, los juegos eran más bien aburridongos: pégale la cola al burro; carrera de sacos, y las consabidas adivinanzas… éstas eran mis favoritas, aunque jamás gané una (de allí mi animadversión por el envite y azar, creo yo).
Las adivinanzas iban pasando primero por colores, luego animales y terminaban siempre con los números: “ a ver piensen un número…”, yo siempre decía el 8, y siempre ganaba el 7… nunca cambié, nunca gané.
Resulta que aprendí después (también en la infancia) que el 7 es un número con particular – digamos – encanto.
Siempre sale algún tipo “profundo”, que con cara de chamán nos dice: el 7 es un número mágico y místico… Ok, y ciertamente parece ser así, porque es recurrente en todo. En la biblia, en el arcoíris, en la escala musical, en los días de la semana, en los siete mares, en los pecados capitales, en las 70 veces 7 del perdón cristiano… y agrego yo, en las rifas ganadoras de las piñatas.
De allí que haber llegado a ser 7 mil millones, me parece una señal estupenda! Y le auguro al humano n° 7.000.000.000, muchas y muy buenas piñatas.
Pero mis buenos deseos y mi optimismo van más allá. No me preocupa que seamos muchos ni que seamos pocos, sino que los que estemos hagamos las cosas bien, y que nos ocupemos de formar bien a los que vienen atrás.
Yo intuyo que el mundo de hoy también intuye lo mismo...
Por ejemplo, en estos días le preguntaba a mi hijo cuál era su número favorito, y me respondió rápido y sin aspavientos: el 7.
Me recordé de mis rifas y pensé calladito: este carajito está más claro que yo.

JUANCHO PEREZ 
P.D. hoy también descubrí, que yo soy el humano n° 3.983.564.997, según este site:
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/10/111027_siete_mil_millones_y_usted.shtml