domingo, 30 de septiembre de 2012

De un pequeño movimiento marginal al discurso de Beirut



Puede que no todos tengamos claridad en los conceptos, pero hablar de paz, de igualdad, de libertad, de derechos, de solidaridad con los necesitados, resulta hoy normal y casi cotidiano para el hombre contemporáneo.  

Al enterarnos de cualquier hecho terrible, por remoto que sea, bien por la tele, por la prensa, por Twitter… solemos conmovernos y apuramos – aunque sea máximo en 140 caracteres – una sentencia o un comentario ante tal o cual situación.

Somos (o parecemos) una humanidad más sensible y esto ha sido claramente, una conquista de occidente, es decir, una herencia del cristianismo.

Es el legado cultural de un movimiento que se inicia en los primeros días de nuestra era, de manera clandestina y marginal, allá en los confines del Imperio Romano… y que a la vuelta de 300 años terminó por convertirse en la religión Imperial y en el fundamento angular del pensamiento occidental.

Pero ¿cómo ocurre esto? Ese es el tema que trata Rodney Stark en su libro “La expansión del Cristianismo. Un estudio Sociológico” (Editorial Trotta, 2009).

Stark, investigador, escritor y profesor universitario, deja a un lado la directa intervención providencial como explicación/justificación de conversiones masivas y nos plantea el argumento de la expansión cristiana desde su profesión: la sociología. De aquel inicial grupúsculo de no más de 120 seguidores judíos al momento de la muerte de Jesús, llegamos a casi 34 millones de cristianos para el año 350 d.C. Este crecimiento que suena y se lee milagroso, Stark lo presenta como un ritmo de crecimiento sin duda importante pero normal, a una rata de 40% por década durante los primeros siglos, lo cual ha sido el ritmo de crecimiento de otras confesiones religiosas exitosas en la historia, como por ejemplo – según el mismo autor – los mormones.

De allí entonces que para Stark, el fenómeno de la expansión no radique tanto en la rata de crecimiento, sino en lo exitoso del mensaje del cristianismo como oferta religiosa, en lo atractivo de su propuesta, en el contenido novedoso de aquella buena nueva.

El cristianismo creció como creció, gracias al testimonio de vida de los cristianos de los primeros siglos, a su ética práctica que logró inspirar a una sociedad romana agotada y vacía. Las circunstancias históricas se convirtieron en oportunidades que fueron correctamente aprovechadas, permitiendo así el posicionamiento del cristianismo principalmente en las clases medias, pero también en las clases bajas, así como en importantes, determinantes e influyentes familias de clase alta.

Según Stark, las repuestas/propuestas de los cristianos frente a temas como, el papel de la mujer en la sociedad, al trato de los esclavos, a la dignidad de todos los hombres (p.e. la condena del circo y los juegos), la activa solidaridad y el servicio desprendido ante los enfermos, llegando incluso a temas más de corte íntimo-familiar como la fertilidad, el infanticidio, el aborto… representó una verdadera revolución cultural que permitió el auge del crecimiento del cristianismo.

A dos elementos en particular da el autor especial relevancia como grandes promotores y diferenciadores del cristianismo frente a la amplia oferta de religiones existentes para ese momento: a la organización y al entramado social de las primeras comunidades cristianas, que ofrecía y garantizaba una suerte de “seguridad social” para sus miembros. Y a la actitud de los cristianos ante las grandes epidemias de viruela y sarampión que sufrió Roma en aquel tiempo. Los cristianos apoyados en su fe, ayudaban y se ocupaban de los enfermos, reduciendo así el número de víctimas, pero a la vez mostrando una clarísima actitud de servicio y solidaridad ante el prójimo que resultaba asombrosa, admirable, efectiva y por último contagiable.

El libro de Stark es sin duda un trabajo sumamente útil e interesante para los cristianos de este tiempo, pero también para los no cristianos. El cristianismo hoy igual que ayer continúa siendo y haciendo una propuesta de vida para el mundo entero.

Y les pongo un ejemplo muy actual de por qué digo esto.

Recientemente Benedicto XVI – por su envestidura quizás el más emblemático de los voceros cristianos – visitó El Líbano. 

Quisiera rescatar y compartir con ustedes, lo que para mí fue el mensaje medular de esta visita: el discurso pronunciado a los miembros del gobierno y a los líderes religiosos de ese país.
El Líbano, es la muestra viva de cómo puede darse la convivencia entre culturas, entre religiones, entre los hombres, eso es ya de por sí admirable. Pero lo es aún más al considerar su ubicación en esa zona de conflicto que representa el medio oriente.
Allá se presentó este anciano de manera osada y corajuda, a rogar y pedir paz. Lo hizo de la siguiente manera: Promoviendo una solidaridad efectiva de respeto a todo ser humano, y apoyo a las políticas e iniciativas que actúan para unir los pueblos de modo honesto y justo.
Invitando a construir un verdadero diálogo que permita una nueva manera de vivir juntos. Sobre la idea de la confianza, compartir las riquezas y las competencias, respetando la identidad de cada uno de un modo solidario, sereno y dinámico.
Y llamando a vivir un nuevo concepto de fraternidad, donde lo que una sea justamente el común sentido de la grandeza de toda persona, y el don que representa para ella misma, para los otros y para la humanidad.

En esto – nos asegura Ratzinger – se encuentra el camino de la paz.

Casi 2.000 mil años después, el mensaje de los cristianos sigue siendo un mensaje radical. Pero va más allá, sobre todo es una invitación a la acción.


Juancho Pérez

jueves, 6 de septiembre de 2012

¿VAGABUNDO FIRSTCLASS?


Leyendo hace poco una entrevista que le hicieran a Facundo Cabral y re-publicada en el aniversario de su asesinato, me topé con el concepto de “vagabundo firstclass” .

Era la manera poética – muy a lo Cabral – como él prefería definirse a sí mismo.

De entrada me gustó el término, me pareció simpático el juego de palabras así como la imagen de ese trovador hippie-viejo, viviendo en un cuarto de hotel, con muy pocas cosas, y pendiente no más de ir por ahí cantando y compartiendo verdades…

Pienso yo que a eso se refería Cabral cuando se autodefinía así: como un buen errante que iba de una parte a otra, y que disfrutaba su estilo de vida a tal punto, que terminaba por resultarle de primera clase.
Pero definitivamente, una cosa es lo poético y otra lo prosaico. La vida de un vagabundo no siempre es tan firstclass. El testimonio de Hemingway sobre su estancia en París, nos muestra la cara ruda de esta vida: el hambre.

Aunque – tras el paso de los años – Hemingway haya dicho que pasar hambre fue un ejercicio forjador de disciplina; a mí siempre me ha impresionado esa historia de cómo en esos días de recia hambre parisina, él y su esposa se las ingeniaban para que mientras una distraía al policía, el otro atrapaba algunas palomas de la plaza, rápidamente les partía el pescuezo y las guardaba en el saco, para la cena…

Con este par de antecedentes, les refiero la experiencia que vivimos en estas vacaciones familiares. Aquí va.

Barcelona es siempre un buen destino, incluso en esta época de recesión ibérica… Y si bien el manual del viajero a Europa, en su cláusula primera, diga que no se debe viajar a ningún destino europeo con niños pequeños, nosotros (mi esposa, mi hermana y mi cuñado, mis compadres y yo) hicimos lo contrario. Total: 6 adultos y 9 niños.

Una tarde, luego de un agradable día en la Barceloneta, decidimos sentarnos a comer en uno de esos bonitos restaurantes que están frente a la playa… Evidentemente, la nuestra era una mesa laaarga.

Justo a nuestro lado, en una mesa pequeñita para dos, comiendo un gran plato de paella, con cesta de pan y copa de vino incluida, estaba sentado un solitario joven (calculo que 22 años). Esta escena que contada así no tiene nada de particular, sin embargo se torna complicada al detallarla.

El solitario joven era un tipo más bien harapiento, de aspecto muy descuidado. El pelo despeinado y pegado por lo sucio. Los pantalones rotos, al igual que la camiseta ruñida, estaban muy manchados de calle, gastados, de ese color grisáceo que adquiere la ropa de los pordioseros.

De pronto, al joven terminar de comer, se paró de la mesa y se largó del restaurante. Y tras él salieron tres mesoneros a detenerlo para que pagara lo debido.

El joven escoltado por los mal encarados, casi-burlados y furiosos mesoneros, se sienta (o lo hacen sentar) de nuevo en su mesa, y le traen la cuenta.

Como podrán imaginarlo, es imposible mantenerse indiferente ante una situación como esta… Primero, considerando que todos los comensales que estamos en un restaurante, estamos allí porque tenemos hambre, incluso (o quizás más) el joven harapiento… Luego, por lo persistente de las preguntas de nuestros niños ante el revuelo… Además, por aquello de la caridad cristiana y la compasión… Además, ante estos tiempos que se viven de crisis, de “indignados”, de desempleados… Además, al ver la cara de estoy-en-aprietos del tipo…

Uno piensa en todo. Uno piensa de todo.

Unos policías se asoman en el lugar, a la espera de que sean requeridos. Los mesoneros rodean la mesa del vagabundo. Yo trato de evitarlo, pero no lo logro y volteo… Veo la cara barbuda del joven… y pienso:
¿Cómo va a salir este pobre tipo de esta situación?

Pero justo en ese preciso momento, el vagabundo comienza – con la cabeza gacha – a hablar con los mesoneros… se excusa… y así no más, como un "buen burgés", revisa en sus bolsillos y saca de su billetera una tarjeta de crédito. Uno de los mesoneros trae la maquinita, conversan entre ellos y pasan la tarjeta.
El muchacho harapiento firma el voucher. Vuelve a levantarse y esta vez, sí se va.

Otro de los mesoneros le hace señas de “ok” a los policías y estos siguen su recorrido.

El que nos atiende a nosotros, nos dice – con cara de juez – que a la cuenta total del tipo, le agregaron 10 euros más por el mal rato, la carrera y la propina…

Y yo, ante todo esto, pienso en Cabral, pienso en Hemingway y me digo: “¡carajo! este sí que es un vagabundo firstclass”.


Juancho Pérez