domingo, 26 de agosto de 2012

APROXIMACIÓN AL BIEN… (¡disculpen lo malo!)




A todos nos pasa: hay días en los cuales las cosas nos salen bien, y hay otros en los que en cambio, nos salen mal…

Les pongo un ejemplo. Antier en el trayecto de todos los días de la casa a la oficina, mientras estaba detenido en el tráfico matutino, tomé mi celular para hacer una llamada y así aprovechar el tiempo, fue entonces cuando un – en realidad una – fiscal de tránsito se acercó a mi carro y me hizo indicaciones de detenerme a la derecha de la vía. Al bajar el vidrio me increpó: ¿usted sabe porqué los estoy parando, no? 

Usted venía hablando por celular y eso supone una multa…
Intenté argumentar algo y justificarme pero al final, y en vista de lo incómodo de la situación, opté por quedarme callado y esperar mi multa.

Mientras la fiscal concentradamente iba llenando la boleta en el talonario, pude observar cómo iban pasando decenas de conductores hablando por celular, aprovechando el pesado tráfico de la mañana para así ganar tiempo, y pensé: ¿por qué a mí?

Quizás sea esta la más primaria, la más básica, la más común y elemental aproximación a los conceptos de bien y mal. De entrada pensamos que aquello que nos conviene, que nos beneficia, eso es el bien, ó para ser más precisos es lo que está bien, lo bueno. Por contrario, lo que nos perjudica, lo que nos daña, eso es el mal, ó para ser más precisos es lo que está mal, lo malo.

Que le pongan la multa a la vieja que viene delante entorpeciendo la marcha, está bien. Que me pongan la multa a mí, que sólo pretendía ganar unos minutos de tiempo, además en un asunto importante, está mal.

Así, los conceptos de Bien y Mal como absolutos, parecerían entonces más bien convertirse en conceptos relativos sobre lo bueno ó lo malo, según cada quien, en cada circunstancia, en cada momento determinado…

Pero aunque esta manera de comprender luzca práctica,  pragmática, sencilla, convincente y sobre todo muy actual; no es ni suficiente, ni cierta, ni correcta. Lo bueno y lo malo, aunque solamos (queramos) confundirlos, no son el Bien y el Mal, no son lo mismo.

Cuidado con las apariencias.

No tiene nada que ver que algo esté malo, por ejemplo morder una manzana podrida; con hacer algo malo, como incumplir una norma de tránsito; con que nos suceda un hecho natural, por ejemplo sufrir una enfermedad, o estar en el medio de un huracán; o un accidente mecánico como pinchar un caucho; ni con creer que estamos haciendo algo bueno y contrariamente estar perjudicando a otros; ó con deliberada, consciente y voluntariamente realizar un acto de maldad.

Conviene entonces que definamos – o al menos lo intentemos – qué es el Mal.

Son muchos los pensadores y sabios que le han metido cerebro al tema. Nos hablan desde la filosofía, la teología… Nos hablan de teodicea,de ponerología (¡?)… Nos señalan los tipos de mal: el físico, el moral, el metafísico… Y todo esto, a mí, un simple tipo “de a pie” más bien me confunde.

Evidentemente, yo no soy un calificado para intentar competir en este campo… no tengo nada serio ni nuevo que aportar… Pero sí creo que más allá de grandes definiciones, tratados y compendios, necesitamos tener – al menos – una suerte de referencia clara, útil, aplicable y manejable de qué es el Mal, y sobre todo de qué es el Bien, para nuestro día a día.

Me apoyo en dos autores (que a mí me han resultado muy claros) para ello.

Morris West en su autobiografía Desde la cumbre, comparte el concepto del mal que ofrece el Catecismo Holandés: el Mal es el gran absurdo, la gran impertinencia.

Por su parte Adolph Gesché, en su libro El Mal, nos dice que el mal es aquello que nos aparta de nuestro destino como seres humanos, que nos separa de lo que estamos llamados a ser.

Yo soy de aquellos que piensan, que aquí en esta vida estamos llamados a una constante búsqueda de la perfección… por supuesto, con todo lo jodido y cuesta arriba que esto suponga...eso es el Bien.

Por eso todo aquello que nos desvíe de ese camino, todo lo que nos haga peores, todo aquello que nos distraiga y nos lleve a evitar la perfección, pues es una impertinencia, es una pérdida de sentido, es un absurdo… un Gran Absurdo… eso es el Mal.

Debemos entonces estar muy atentos, y no dejarnos confundir, porque son muchas – muchísimas – las veces que nos engañamos con acciones ó situaciones que nos parecen buenas en el momento, pero que nos alejan de nuestro llamado.

En cambio, son muchas las situaciones difíciles, que a todas luces nos resultan adversas, que no logramos entender el por qué, que nos parecen inmerecidas, pero que resultan ser un camino a la perfección.

Ya lo decía al principio de este post… a todos nos pasa: hay días en los cuales las cosas nos salen bien, y hay otros en los que en cambio, nos salen mal… pero ¡ojo! Cuidado con ligerezas… procuremos mantenernos en nuestra senda.


Juancho Pérez