Basta con tan solo ver las encuestas nacionales o con
escuchar a la gente en la calle para evidenciar que la gran mayoría de los
venezolanos pide un cambio, es decir, que las cosas cambien. Pero ese clamor
atiende realmente a qué ¿a un cambio de quienes ejercen el poder? ¿o a un
cambio en la manera misma de cómo se entiende el ejercicio del poder?
Lo primero resulta obvio, si el gobernante no sirve, si lo
ha hecho mal, ya sea porque no sabe, no puede, o no quiere, debería salir de
sus funciones, dejar su cargo y dar la oportunidad a otros.
Pero esta obviedad deja de ser tan obvia cuando nos hacemos
la segunda pregunta. Es entonces cuando entramos en la concepción propia del
ejercicio del poder.
El “quién” es importante. El “cómo” también.
Comprender las circunstancias
Cuando en 1993 se supo la noticia de que el popular líder
surafricano Chris Hani había sido asesinado de dos disparos por hombres blancos
de extrema derecha, solo cabía esperar que la violencia se desatara en todos
los rincones de Sudáfrica. Las protestas llenas de rabia se daban en los guetos
de la población negra y cada vez se hacían más sangrientas, más llenas de ira y
de frustración.
Sin duda alguna, aquel terrible incidente principalmente
buscaba acabar con todo el proceso de negociación hacia una transición pacífica
y democrática, en el cual poco a poco se iba avanzando.
El miedo –ese sentimiento que siempre precede a la
violencia– se había apoderado de todos en Sudáfrica. En la población blanca
temían la furia de los negros hastiados de tantos años de maltrato. En la
población negra, esperaban la reacción brutal y represiva de la policía y las
fuerzas de orden público. En el gobierno veían inevitable la explosión de un
peligroso conflicto civil, pero en aquel momento tan complicado una persona, un
hombre, supo leer bien las circunstancias: Nelson Mandela.
Mandela decidió asumir su papel histórico y como cabeza de
la oposición, se dirigió en una alocución a toda Sudáfrica. Estaba él
completamente claro de lo que se jugaba.
Cuenta el periodista John Carlin, que al llegar al recinto y
colocarse frente al atril donde daría su discurso, Mandela encontró un papel
que alguien le había dejado allí con un mensaje corto y preciso: “Nada de paz.
No nos hable de paz. Ya hemos tenido bastante, señor Mandela. Nada de paz.
Denos armas, no paz”.
Todo parecía ser odio, rabia, indignación, pero
necesariamente había que superar aquellas reacciones primarias para poder
retomar y continuar por el camino de la transición. Mandela tenía que apaciguar
y convencer a su gente de no incurrir en la tentación de la violencia. Mandela,
pese a aquella advertencia anónima, comienza su discurso así:
Esta noche me dirijo a todos y a cada uno de los
surafricanos, negros y blancos, desde lo más profundo de mi corazón.
Un hombre blanco, lleno de prejuicios y odio, vino a nuestro
país y cometió un acto tan execrable que toda la Nación se balancea al borde
del desastre.
Una mujer blanca, de origen afrikáner, arriesgó su vida para
que pudiéramos conocer y llevar ante la justicia al asesino […]
Ha llegado el momento de que todos los surafricanos se
yergan codo con codo contra los que, desde cualquier bando, desean destruir
aquello por lo que Chris Hani dio su vida: la libertad de todos nosotros.
El auditorio presente, incluso el autor anónimo de aquella
nota dejada sobre el atril, y toda Sudáfrica entendieron. Su discurso fue
inclusivo, habló de blancos y de negros por igual, de libertad para todos, allí
no hizo diferencias, llamó a la calma, a la sensatez, a la reconciliación y al
perdón, pues lo otro solo habría conducido al país a una guerra. Esa fue la
comprensión correcta de las circunstancias. Mandela sería electo presidente
apenas unos meses después de aquel discurso, en 1994.
El Poder comprendido desde las circunstancias venezolanas
Hoy nuestro país atraviesa, acaso, la peor crisis de su
historia republicana. De eso nadie tiene duda. La precariedad de la situación
es tremenda y abarca todos los aspectos de la vida nacional.
La urgencia es tal que cuesta diferenciarla de lo
importante, pero es menester hacer la diferenciación porque lo urgente es
siempre urgente y lo importante es siempre importante.
Urgente es garantizar las condiciones básicas de vida,
atender las necesidades de la gente, el respeto a los derechos humanos, las
garantías mínimas que permitan vivir dignamente a todos los ciudadanos. Urgente
es hacer que el gobierno cambie, bien sea porque decidan hacerlo bien, o porque
ante su incapacidad dejen el espacio a otros que sepan hacerlo bien. Urgente
también es cambiar la concepción del ejercicio del poder. Esto último, nos
lleva entonces a abordar lo importante. Pretender cambiar la concepción del
ejercicio del poder supone cinco circunstancias que comprender y cinco
actitudes que asumir.
Vayamos por partes.
En cuanto a las circunstancias:
1. Somos un país en el exilio. Eso no necesariamente es algo
malo, pero sí es una realidad que debemos entender. Que cerca de 5 millones de
venezolanos hayan decidido dejar el país tiene claramente una lectura
preocupante y desoladora, pero también puede ser entendido como una situación
de la cual se pueden obtener ventajas culturales, sociales y económicas. Han
sido muchos los países que han atravesado grandes éxodos y migraciones
poblacionales y que con profundidad en el análisis, políticas públicas
adecuadas y medidas inteligentes han logrado convertir esa circunstancia en una
oportunidad.
2. ¿Seguimos siendo un país petrolero? El dramático declive
en la producción, los bajos niveles de exportación, la pésima situación general
de todo el sector de hidrocarburos y los tiempos y condiciones que la
recuperación de este sector supone, nos conducen a plantearnos como país si
vamos a seguir, o pretender seguir, siendo un país dependiente del petróleo o
si aprovechamos esta histórica oportunidad para el desarrollo de una economía
diversa.
3. La promoción de una ética del trabajo. Venezuela se ha
convertido en un país donde la gente no trabaja, y aunque en los últimos años
esto se ha hecho más grave, no es un mal nuevo. Desde el auge petrolero de principios
de los años 70 del siglo pasado, se fue fomentando una “mentalidad” de fácil
acceso a la riqueza, rentismo, clientelismo, populismo… Hoy urge rescatar la
cultura del trabajo o, para ser más precisos, una “ética del trabajo” como
elemento esencial para el correcto desarrollo de la sociedad y de la persona.
4. El fomento de la cultura de la austeridad. Nos hemos
siempre definido, o autodefinido, como un pueblo solidario y abierto a los
otros, a las necesidades de los otros. Esa, sin duda, es una característica
positiva, pero lo es aún más si se entiende y se practica desde una cultura de
la austeridad, no basada en el consumo exagerado ni en la cultura del desecho.
Estos tiempos de estrechez y dura situación económica bien entendida,
permitirían asumir la austeridad como una virtud y no como una pena. Sobre
todo, si es desde el ejemplo de los gobernantes y los poderosos.
5. El reto de la reconciliación nacional. Quizás sea esta
–en mi opinión– la más importante de las circunstancias a comprender por
aquellos que asuman el cambio del poder en Venezuela. Tanto el reconocimiento y
la reconciliación nacional se han querido entender como un punto de partida,
pero lo cierto es que son un punto de llegada. Es mucho lo que debemos
trabajar, esforzarnos, sacrificarnos y, especialmente, perdonarnos para poder
lograrlo. La paz es posible pero exigente, la experiencia de Mandela en
Sudáfrica así lo demuestra, pero nuestro pasado no tan lejano también.
Venezuela supo después de 1958 cómo llevar un país en paz social, tanto así que
será en 1964, por primera vez en la historia republicana, que Rómulo
Betancourt, presidente elegido en votaciones universales, directas y secretas,
le entregue el poder a su sucesor Raúl Leoni, elegido también democráticamente.
Pero más significativo y más importante fue cuando en 1968 Rafael Caldera,
candidato de oposición, gana las elecciones por una muy mínima diferencia de
votos y el gobierno del doctor Leoni y su partido, respetando el principio de
alternabilidad, acatará y respetará el veredicto popular y entregará el poder
pacífica y civilizadamente, naciendo así verdaderamente la democracia en
Venezuela.
Es de destacar que la reconciliación nacional, si bien al
inicio se trata de un acuerdo entre actores políticos, no solo se limita a
ellos. Por el contrario, es un asunto que incumbe a todos los venezolanos,
porque afecta o beneficia a todos por igual.
Volviendo a nuestro ejemplo histórico de los primeros años
de la democracia, aquel ambiente de reencuentro y reconciliación nacional fue
posible porque junto a los actores políticos, estaba un sector empresarial
comprometido con el desarrollo del país, convencido y dispuesto a generar
oportunidades para todos; una Fuerza Armada consciente de su función y
respetuosa de la legalidad; una ciudadanía animada y ganada a la idea de
convertirse en una sociedad digna y dignificante… En fin, un país completo que
se reconocía como tal y se sumaba a la construcción activa de un mismo proyecto
democrático.
Por su parte, en cuanto a las cinco actitudes a ser
asumidas, el papa Francisco marca la pauta y nos las indica de manera diáfana y
útil:
1. Entender la
política como Caridad, es decir, como un supremo, elevado, pero concretísimo
acto de amor.
2. Hacer Caridad
sin propaganda, ni proselitismo, sin violencia y sin egoísmo.
3. Con
disposición a ensuciarse las manos, sin miedo al trabajo duro y sacrificado.
4. Sin ser
insignificantes, es decir, sin miedo a ser “sal que sale y luz que ilumine”.
5. En constante
práctica del diálogo y de la fraternidad humana, que abraza a todos y que no
excluye a nadie.
Vivimos hoy tiempos difíciles, nadie puede negarlo. Vivimos,
sin duda alguna, tiempos de crisis, más que nunca entendida en su sentido
etimológico como separación, distinción, elección, discernimiento, como cambio.
Es decir, vivimos tiempos de cambio.
Los cambios llegan, la historia así lo demuestra, y por ello
dedicamos estas breves reflexiones enfocadas al “cómo” asumir los tiempos de
cambio, para que verdaderamente lo sean.
(*) Artículo publicado en la Revista SIC, Noviembre 2019.
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