1.
La
palabra acompañar.
Cuando hablamos de la belleza de
las palabras, entran en consideración dos elementos que se interrelacionan y
complementan: su fonética (su sonoridad agradable) y su significado, es decir,
lo que esa palabra representa.
Pensemos – por ejemplo – en la
palabra conticinio, ese momento de la
noche en el cual todo está en silencio. O la palabra perenne, como aquello que es continuo, incesante, que no tiene
intermisión. O la palabra serendipia ese descubrimiento o hallazgo
afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental o casual,
o cuando se está buscando una cosa distinta.
Dentro de este grupo de palabras
hermosas (por su forma y fondo), hay una quizás menos exótica por lo coloquial
que nos resulta, pero igualmente altiva en su concepto, la palabra acompañar.
Acompañar es la palabra que se define en su etimología por la
acción de ir juntos a buscar y compartir el pan (ad cum pane ire). Los que van juntos en busca de algo (digamos pan), y una vez que consiguen ese algo (ese pan, digamos) compartirlo ¿no es este, acaso, un concepto hermoso?
Pues no se trata de ir en manada, como lobos, al ataque de la presa y luego que
los más fuertes coman primero y todo lo que puedan, mientras los demás esperan
por la sobras. No. Se trata de algo que nos diferencia de los animales, que nos
eleva de lo salvaje y nos lleva a compartir como iguales aquello que con
necesidad buscábamos. El otro renuncia y comparte algo de los suyo por mí, yo
renuncio y comparto algo de lo mío por el otro ¿no es esta, acaso, una acción
que dignifica, que nos hace humanos?.
Al acompañarnos, los hombres nos
hacemos más humanos, porque no sólo nos reconocemos en el otro (la otredad)
sino que además nos respetamos como iguales, con las mismas necesidades y como
capaces de ayudarnos en la misma búsqueda.
2.
Los
compañeros de camino.
De acompañar, viene la palabra compañero, aquellos que comen del mismo
pan. Aquellos que se acompañan, que se hacen compañía, que van juntos en la
misma búsqueda, que comparten el mismo sendero, el mismo camino. Quizás por
ello así se definieron así mismos los primeros cristianos: los seguidores del Camino. Ser cristiano, supone saber acompañar y
acompañar supone compartir. Pero ¿a quién acompañamos y qué compartimos?
Comencemos por lo primero ¿a
quién acompañamos?
Partamos de la frase de Cipriano
de Cartago extra Ecclesiam nulla salus (fuera de la Iglesia no hay salvación),
que se remonta a los primeros siglos del cristianismo, para llegar a la fórmula
de Vaticano II extra mundum nulla salus
(fuera del mundo no hay salvación), la cual otorga a la salvación no solo una
dimensión religiosa, sino también “histórica y social”, la evolución del
concepto de quiénes son (o deben ser) nuestros compañeros de camino ha ido desde una visión estricta – acaso
excluyente – hasta una concepción amplísima que abarca a todo el mundo.
Ciertamente se ha intentado
avanzar desde la segunda mitad del siglo XX en una profundización postconciliar–
y podríamos apurar en calificar como aún más excluyente – que hace un
planteamiento aún más radical: extra
pauperes nulla salus (fuera de los pobres no hay salvación).
Esta es una sentencia durísima, y
de entrada resulta excluyente. “Los pobres son la inmensa mayoría” y desde su
condición de pobreza nos brindan a los no
pobres la respuesta a su situación mediante la esperanza (la verdadera
esperanza, el que “espera”) y la denuncia (que exige nuevos modelos
humanizantes). Los pobres marcan la dirección y el contenido fundamental de la
praxis, pero ¡cuidado! no se trata sólo “sobre dar a ellos, sino sobre recibir
de ellos”.
El planteamiento entonces no es a
quién acompañamos, sino quiénes nos acompañamos.
Debemos enfocar el tema distinto,
sin pretensiones ni visiones redentoras verticales, sino cambiando tanto la
posición de quien ayuda y también del que es ayudado, para colocarnos todos en
una posición activa, en la cual todos damos y recibimos, en un juego entre
iguales, de “tú a tú”.
En este sentido, se entiende pues
la sentencia extra pauperes nulla sallus,
no como una suerte de “pauperización universal”, sino de una búsqueda real – de
nuevo, activa – de solución al drama de los pobres, de las mayorías, y en
última instancia una respuesta que incumbe o debe incumbir a todos, una
garantía de que todos salgamos ganando.
Implica esto una manera de
abordar los conceptos de pobre y pobreza, más calmada y más amplia, sin
gríngolas ideológicas. Se nos presenta así el “mundo de la pobreza” desde una
concepción más abierta, más honda y más diversa, en la cual se cuenta no sólo a
los pobres en lo económico, sino a los excluidos socialmente, los marginados
religiosamente, los oprimidos culturalmente, los dependientes socialmente, los
minusválidos físicamente, los atormentados psicológicamente, los humildes
espiritualmente.
Podríamos atrevernos a ofrecer un planteamiento en torno a lo arriba expuesto: fuera de los otros, de los demás no hay salvación. Nulla salus sine alliis, vel, Extra alios nulla salus.
3.
El pan que hay que compartir
Definido pues que los compañeros son todos los hombres y
mujeres (así, amplio y sin etiquetas) sigamos con la segunda pregunta que surge
del acompañar, el objeto sobre sobre el cual cobra sentido la compañía, ¿cuál
es entonces ese pan que debemos y
necesitamos compartir?
El papa Francisco nos lo hizo
saber en reciente reunión con los empleados del Dicasterio de Comunicación del
Vaticano:
“Las periferias existenciales no son sólo
las que por razones económicas se encuentran al margen de la sociedad, sino
también las que están llenas de pan pero vacías de sentido; son también las que
viven en situaciones de marginalidad debido a determinadas elecciones, o a
fracasos familiares, o a acontecimientos personales que han marcado
indeleblemente su historia”.[1]
Ese pan que da sentido al acompañar
no se trata de una respuesta estrictamente material (aunque en ocasiones lo
sea), no es una categoría sociológica, no es una condición social específica, y
por supuesto no puede ser de ninguna manera un constructo ideológico.
Acompañar, ser compañeros, es más
una cercana sonrisa, una paciente espera, un sentido consejo, una sincera
advertencia, una genuina entrega, una desprendida entrega de lo mío para que el
otro también sea un compañero, se haga mí compañero.
Pero sobre todo, el acompañar
demanda, exige y requiere una constante actitud de comprensión del otro, sus
circunstancias y condiciones, su verdadera situación pues la realidad siempre
es más compleja que la teoría.
4.
Comunicar
es hacer común.
El acompañar, representa una
especial responsabilidad para los medios de comunicación en general y los
comunicadores en particular. Comunicar (del latín communicāre) significa compartir, expresar, transmitir, difundir;
es decir, comunicar es hacer común, hacer que algo sea de todos.
Esto nos obliga a reflexionar y
repensar cuál debe ser la función específica de SIC en este sentido. Nos dice
el papa Francisco al respecto:
“La comunicación es, por decirlo así, el
oficio de los vínculos dentro de los cuales las voz de Dios resuena y se hace
escuchar”[2]
Tres recomendaciones hace el
pontífice a los comunicadores. En primer lugar hacer que las personas se
sientan menos solas. Escuchar a la gente y poner especial atención a las
preguntase inquietudes de las personas.
“Por lo pronto, toda verdadera comunicación
está hecha sobre todo de escucha concreta, está hecha de encuentros, de
rostros, de historias… Si no sabemos estar en la realidad, nos limitaremos a
señalar desde arriba en direcciones que nadie escuchará. La comunicación debe
ser una gran ayuda para la Iglesia, para vivir concretamente en la realidad,
favoreciendo escucha e interceptando los grandes interrogantes de los hombres y
mujeres de hoy”.
La segunda recomendación, o
consejo, es dar voz a quien no tiene voz, para evitar que las personas se
sientan y se encuentren marginadas y censuradas. Esto implica dos acciones importantes: saber escuchar a las “periferias existenciales” y “dirigir una
Palabra que salve”.
La tercera recomendación que
plantea el Santo Padre es buscar siempre preservar la unidad y la verdad, luchando
contra la calumnia, la violencia verbal, el personalismo y el fundamentalismo.[3]
Podemos afirmar sin temor a
equivocarnos, que la Revista SIC es actualmente no sólo un medio de
comunicación de la Iglesia universal, sino acaso hoy en Venezuela es una de las
voces vigentes y más longevas de la Iglesia en Venezuela. Sus 85 años de
existencia así lo comprueban y evidencian, pero además de ello, esta larga
trayectoria histórica trae consigo una responsabilidad mayor de cara al futuro
del país.
5.
Los
desafíos que se vislumbran en el camino.
La Revista SIC ha asumido desde
su comienzo en 1938 esa doble función de acompañar comunicando. Nos hemos
propuesto hablar con firmeza desde la esperanza entendida esta como virtud
teologal que lleva a la acción audaz. Nos hemos avocado a comprender la importancia
y los tiempos de las realidades y los procesos sociales y comunitarios. Hemos
centrado en el Bien Común toda la reflexión y todos nuestros planteamientos,
partiendo de la concepción que el pensamiento social de la Iglesia ofrece desde
la persona humana como digno hijo de Dios.
Sin embargo, hoy desde SIC
debemos avanzar en un asunto pendiente y verdaderamente urgente para Venezuela,
sobre todo de cara a la importante coyuntura que se vive en estos tiempos
aciagos.
El país requiere de un debate nacional
serio, de nivel y contenido profundo sobre las visiones y soluciones en lo
relativo a lo que significa en este momento ser venezolano, nuestra identidad y
nuestra cultura. Es necesario ofrecer propuestas al liderazgo social, económico
y político del país y al mismo tiempo hacer un responsable llamado a la acción.
Es necesario asumir la formación ciudadana, repensar la función del Estado. Es
fin, resulta urgente ocuparnos con compromiso y concreción de la reconciliación
y la reconstrucción nacional como prioridad.
Por todo esto, es menester que SIC
haga todo lo que esté a su alcance para lograr fomentar esta necesaria
discusión.
Sepa Venezuela que cuenta con todo
nuestro esfuerzo y tesón para ello.
¡Sigamos adelante!
Juan Salvador Pérez
[1]
Encuentro del S.S. Francisco con los empleados del Dicasterio para la
Comunicación del Vaticano. 12 de noviembre de 2022
[2]
Ibidem
[3] Los
3 consejos del Papa Francisco para los comunicadores vaticanos. https://www.aciprensa.com/noticias/los-3-consejos-del-papa-francisco-para-los-comunicadores-vaticanos-12523
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