Nos refiere el mismo Ratzinger
que él, más allá de supersticiones, pensó en ese instante que aquel bonito
revuelo era una confirmación providencial de que estaba haciendo lo correcto[1].
Y efectivamente así fue.
Cincuenta y cuatro años después, el destacado teólogo, el implacable prefecto
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el hombre duro de Juan Pablo II, era elegido como el 265 ° papa de la
Iglesia Católica.
Benedicto XVI vendría a formar
parte de ese listado de papas que desde el siglo XX se han caracterizado por
provenir de orígenes – digamos – “plebeyos”[2]. Campesinos-artesanales (como Pío X y Juan
XXIII), de extracción funcionarial (como Pio XII y Pablo VI), de clase media
baja (como Juan Pablo II), hijo de un policía de pueblo (como Benedicto XVI), o
descendiente de humildes inmigrantes italianos (como Francisco). Y ha sido este
grupo de pontífices – más allá de consideraciones subjetivas particulares –
quienes al mismo tiempo han perfilado una Iglesia sensiblemente preocupada,
enfocada y dedicada a entender y atender los temas sociales.
El 25 de diciembre de 2005,
pasados ocho meses de su elección como papa, Benedicto XVI hacía pública su
primera encíclica. Deus Caritas Est,
la tituló.
“Dios es amor, y quien permanece en el amor
permanece en Dios y Dios en él » (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera
carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la
imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su
camino.”[3]
Se entendió, o al menos así lo
hacían saber los expertos vaticanistas, que Benedicto XVI manteniendo la línea
de su antecesor fijaba en su primera encíclica la línea programática de su
pontificado. Quizás esa hubiese sido su intención. Pero los derroteros de la
vida y los planes de la Providencia no siempre coinciden con los planes y
proyectos.
Pero más allá de lo programático
o no, lo que sí dejaba muy en claro Benedicto XVI en Deus Caritas Est, era precisamente eso, que Dios es Amor y que el
amor es la base del mensaje de Cristo. No podemos ser cristianos sino
entendemos y asumimos esto así. Como bien señalaba el cardenal Renato Raffaele
Martino «en el origen del ser cristiano
no hay una decisión ética o una gran idea, sino más bien el encuentro con un
acontecimiento, una Persona que da a la vida un nuevo horizonte, y con ello la
dirección decisiva».
Dos encíclicas más ofrecería
Benedicto XVI, Spe Salvi (2007) donde
desarrolla la idea de la esperanza como virtud teológica indispensable para la
salvación; y Caritas in Veritate
(2009) encíclica que aborda con fuerza - y sobre todo realismo actualizado - los
temas del pensamiento social de la Iglesia.
Sin embargo, el pontificado de
Benedicto XVI será recordado en términos históricos por un hecho que poco tiene
que ver con lo pastoral, al menos en lo teórico pastoral: su dimisión.
El 11 de febrero de 2013, durante
la celebración de un consistorio ordinario público para anunciar las fechas de
canonización de las beatas María Guadalupe García Zavala, de México; y Laura
Montoya, de Colombia, y de los mártires italianos Antonio Primaldo y más de 800
compañeros suyos; al final de la reunión Benedicto XVI de manera imperturbable,
solemne y absolutamente calmada leyó en latín (esa lengua que tanto le gustaba
y que él promovía con empeño dentro de la Iglesia) su manifestación de
renunciar voluntariamente a su cargo.
“Quapropter bene conscius ponderis huius
actus plena libertate declaro me ministerio Episcopi Romae, Successoris Sancti
Petri, mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commissum renuntiare”
(Bien consciente de la seriedad de este acto, con total libertad declaro que
renuncio al ministerio del Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, confiado a mí
por los cardenales el 19 de abril del 2005).
Benedicto XVI renunciaba, o para
ser más precisos en los términos, dimitía a su cargo como Obispo de Roma. Renunciar es abandonar, desistir. En
cambio dimitir es dejar un cargo o
función, que fue precisamente lo que hizo en ese acto.
Aducía que por razones de salud, deterioro
y debilidad de su cuerpo, se hallaba en incapacidad para cumplir adecuadamente
el ministerio petrino. Con esta resolución Benedicto marcaba una diferencia
notable y evidente con el pontificado longevo y largo de su predecesor. Juan
Pablo II con su tesón nos legó un testimonio del valor de la vejez, Benedicto
XVI dimitiendo también hizo lo propio.
Entender las limitaciones no es
un abandono ni un desistimiento, por el contrario, es una forma excelsa de
responsabilidad. Consciente de ello, supo entender que no era el papa que la
Iglesia requería para los tiempos que se viven.
La alondra es un ave pequeña, que
comienza su actividad muy temprano en el día apenas sale el sol. Es un ave
inquieta, que con su vuelo ascendente y su entonado canto traen consigo alegría
a quienes lo aprecian. Es un ave diurna, que una vez comienza a ponerse el sol,
vuelve a su nido e inicia su descanso.
Benedicto XVI solía compararse
así mismo con un buey o con una animal de faena. Sin duda lo fue, trabajó y
estudió mucho. Pero su final se corresponde más con la actitud de la alondra,
quizás por ello aquel pajarito causó tal revuelo al momento del “adsum” del joven Ratzinger.
El sábado 31 de diciembre de
2022, a las 09.34 de la mañana, muere el papa emérito Benedicto XVI. “Jesus, ich liebe dich” (“Jesús, te amo”,
en alemán) fueron sus últimas palabras.
Juan Salvador Pérez
[1] Milestones, memoirs 1927 – 1977.
Joseph Ratzinger. Ignatius Press. 1998
[2] El término lo utilizan Fernando García de
Cortázar y José Ma. Lorenzo. LOS PAPAS Y
LA IGLESIA DEL SIGLO XX. Editorial Debolsillo. 2005.
[3]
Deus Caritas Est. Benedicto XVI. 2005
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