domingo, 23 de enero de 2022

EL RETROCESO DE LA DEMOCRACIA

 


Asume gestión la nueva directiva de la Conferencia Episcopal Venezolana y lo hace dejando en claro mediante exhortación pastoral su preocupada opinión por la situación en Venezuela subrayando tres tristes y escandalosas realidades: “el desmantelamiento de las instituciones democráticas y de las empresas del Estado; el dramático éxodo debido a la emigración forzada de cerca de seis millones de compatriotas expatriados por falta de oportunidades de desarrollo en el país, sobre todo jóvenes en edad productiva; la pobreza de la gran mayoría de nuestro pueblo, con particular acento en la desnutrición de la infancia y las situaciones de injusticias que viven las personas de avanzada edad”[1].

Los obispos venezolanos denuncian que la democracia está muy debilitada, lo cual se evidencia en una trágica y acelerada pérdida de la libertad individual y social; en el deterioro profundo del sistema educativo; en las deficiencias estructurales del modelo económico nacional que genera graves deficiencias que impiden trabajo digno y salario justo para todos los venezolanos.

Pero esta realidad – tremendamente delicada y que nos afecta a todos –  para nadie es nueva ni desconocida, como tampoco lo es el clamor que el episcopado ha venido haciendo recurrente y responsablemente desde hace tantos años ante este dramático panorama. 

Nuestros obispos nos proponen, nos plantean, refundar la nación desde el principio cristiano de la “encarnación”. Para ello debemos colocar el foco en lo humano como condición de lo social, desde los valores y principios que permitan la construcción del bien común, la verdad, la justicia, la solidaridad, la responsabilidad, la honestidad, la cultura del trabajo productivo.

Esto ha costado mucho entenderlo. El retroceso de la democracia no es culpa de terceros, sino responsabilidad de todos nosotros. ¿Somos realmente demócratas? ¿Practicamos y vivimos en lo más íntimo la democracia?

Recientemente el papa Francisco sostuvo un encuentro con las autoridades, sociedad civil y el cuerpo diplomático en su último viaje a Grecia. Ofreció en las palabras de su discurso una reflexión muy seria sobre la situación de la democracia.

Nos dice el papa que la democracia requiere la participación y la implicación de todos y por tanto exige esfuerzo y paciencia; la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes. Por ello, en diversas sociedades, preocupadas por la seguridad y anestesiadas por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una suerte de “escepticismo democrático” (…) también existe un escepticismo, en relación a la democracia, provocado por la distancia de las instituciones, por el temor a la pérdida de identidad y por la burocracia[2].

Francisco – al igual que nuestros obispos – advierte con gran preocupación el retroceso de la democracia. La invitación del papa es primero a superar las ideologías (“es muy triste cuando las ideologías se apoderan de la interpretación de una nación, de un país y desfiguran la patria” dijo el papa en 2020); segundo a creer, confiar y a apostar por la buena política, en cuanto arte del bien común (dirigir una atención particular, prioritaria, a las franjas más débiles); y tercero, un llamado a la participación de todos y cada uno de nosotros como exigencia fundamental (no sólo para alcanzar objetivos comunes, sino porque responde a lo que somos: seres sociales, irrepetibles y al mismo tiempo interdependientes).

La democracia retrocede si no entendemos y si no asumimos todos, gobernantes y gobernados, que la razón de ser de los gobiernos es hacer progresar a los países, consolidar las naciones y construir las patrias (que hemos recibido de nuestros mayores. Patria, paternidad. Viene de ahí. Y es algo que tenemos que dar a nuestros hijos).

No es un asunto sólo de políticos. Es un tema de ciudadano, de personas, de sujetos consientes y responsables, que entiendan la democracia en la doble dirección que la entendieron desde su origen en Atenas, como un mensaje orientado hacia lo alto y también como un mensaje hacia el otro; que a las seducciones del autoritarismo responda con la democracia; que a la indiferencia individualista oponga el cuidado del otro, del pobre y de la creación, pilares esenciales para un humanismo renovado, que es lo que necesitan nuestros tiempos[3].

Sólo así podremos detener el retroceso de la democracia. Hagamos caso a De Gasperi, y dejemos las izquierdas o las derechas, que lo decisivo es ir hacia adelante encaminados hacia la justicia social.

 

Juan Salvador Pérez



[1] Exhortación Pastoral  CXVII Asamblea Ordinaria Plenaria, 13 de enero de 2022.

[2] Discurso del Papa en su visita a Grecia, 4 de diciembre de 2021.

[3] Ibidem.


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