sábado, 8 de noviembre de 2014

LA CAÍDA DEL MURO: breve anécdota…



Después de la 2da. Guerra, hubo que – como bien sabemos – reconstruir Europa. El por qué de la repartición de Berlín, no será materia de este corto post de hoy, pero lo cierto es que para 1961, a menos de 15 años de la división del territorio alemán entre la República Democrática Alemana (de modelo soviético)  y la República Federal Alemana (de modelo “occidental”), más de 3 millones de personas habían abandonado la RDA desde Berlín Oriental.

La razón, más que obvia, buscando oportunidades mejores. Nadie deja su casa pa´estar peor…

No sólo cruzaban la frontera alemanes orientales, sino también checos, polacos, en fin… aquel paso fronterizo se convirtió en la “puerta de occidente”.
La solución que resolvieron las autoridades del politburó de la RDA ante aquella masiva y constante fuga de personas, fue muy soviética: levantar un muro que impidiera el paso al otro lado. Una vez terminado lo llamaron (¡y de verdad me asombra cuánta poca capacidad inventiva tienen nuestros líderes socialistas-caribe hoy día!) Antifaschistischer Schutzwall ó en español, Muro de Protección Antifascista.

El hecho es que aquella disparatada decisión, realmente no solucionó nada, porque evidentemente aquel no era el problema. La situación de los alemanes orientales era paupérrima en términos económicos y en términos de oportunidades. Los intentos “casi-suicidas” por pasar el muro así lo comprueban… El éxodo seguía ocurriendo, y  lo intentaban por otros lugares, menos peligrosos…por ejemplo en septiembre de 1989, más de 13 mil alemanes orientales dejaron la RDA para irse a Checoslovaquia, a Hungría y de allí tomar hacia Austria…

A finales de la década de los 80, ya la situación era prácticamente insostenible para la RDA. El tema de la migración se había convertido quizá en su principal problema. El gobierno de Checoslovaquia realizó un reclamo diplomático formal al gobierno de la RDA para exigir se tomaran medidas ante el aumento de la emigración.

Las autoridades de la RDA tuvieron que necesariamente elaborar y promulgar una legislación que controlara el problema de la emigración hacia Checoslovaquia, y en ese orden de ideas, anunciaron la promulgación de una pronta normativa que permitiría facilitar los viajes al exterior.

El anuncio se realizó en una conferencia de prensa, vía comunicado oficial. Al finalizar de leer el comunicado, un periodista preguntó «Wann tritt das in Kraft?» (“¿Cuándo entra en vigor?”)

La respuesta del vocero y miembro del Politburó, Günter Schabowski, fue simple pero errónea: «Ab sofort» (“de inmediato”). Por lo incómodo del momento y la premura, no leyó en la segunda hoja del comunicado que la entrada en vigencia de la normativa sería de forma paulatina.

Ante la confusa información y la presión de la gente en la calle, los militares que custodiaban el punto de control de Bornholmerstraße abrieron el paso a las 23:00h. 

«¡El Muro está abierto!» fue el anuncio de los medios, aquel 9 de noviembre de 1989.

De eso hace ya 25 años.

Les dejo esta breve anécdota sobre la caída del muro… y con ella la certeza/esperanza de que los disparates terminan.


Juancho Pérez

@jonchoperez

viernes, 3 de octubre de 2014

EL CIVILIZADO WHISK(E)Y


La civilización occidental es hoy día lo que es, gracias al legado monacal de la edad media, es decir, a los monjes. El sociólogo norteamericano Rodney Stark, desarrolla de manera impecable esta idea en su libro The Victory of Reason, que vale la pena leer… (y al cual vale la pena dedicarle un post).

Según Stark, la idea de “progreso” viene ligada al hecho y la concepción del trabajo en los monasterios como lugares en los cuales – a diferencia de los feudos – les correspondía proveerse a los mismos monjes de sus bienes para su subsistencia, lo cual les llevó al desarrollo de tecnologías e innovaciones que les permitiera lograr aumentar la relación esfuerzo-beneficio, respetando siempre (¡claro está!) la tradición monacal de San Benito: ora et labora.

La escritura, la salvaguarda de la literatura, el desarrollo de la agricultura, la tecnología y el surgimiento de las máquinas, por supuesto el fomento de la caridad como característica, la educación… en fin, un listado larguísimo, que llega hasta nuestros días y que además incluye cosas tan importantes – para mí, al menos – como lo son la institucionalización de la siesta (ya he hablado de ello en un post anterior http://jonchoperez.blogspot.com.es/2011/10/ah-mundo-la-hora-sexta.html) y de lo que hoy quiero hablarles: el whisky ó whiskey.

A las costas de Irlanda llegaron los primeros monjes a principios del segundo milenio con el firme y único propósito de convertir aquellas tierras al cristianismo. Muchos de esos monjes eran hombres venidos del oriente, con sus culturas y tradiciones orientales…entre ellas la alquimia.

La alquimia era concebida principalmente con fines terapéuticos, mediante la utilización del alambique se obtenían alcoholes de flores y frutos que se aplicaban como fragancias y perfumes medicinales. Pero aquel rústico proceso de destilación, también permitía obtener una “medicina” aguardentosa, con propiedades y “poderes curativos y restauradores”… Esa agua ardiente, fue llamada, dado sus beneficios y efectos en los enfermos, aqua vitae, “agua de vida”, ó para decirlo en gaélico, “uisge beata”… pasando por simplificación a Uisce y llegando por deformación al whiskey (pa´los irlandeses) ó whisky (pa´los escoceses).

Según los entendidos, el whiskey irlandés fue el campeón hasta finales del siglo XIX principios del XX, cuando dos eventos históricos hacen disminuir drásticamente la industria en Irlanda: el proceso de independencia de Irlanda del Imperio Británico (¡de allí mi temor al reciente referéndum escocés!) y la Ley Seca de los Estados Unidos, principal destino de la producción… (¡de allí mi temor al puritanismo!). Al descenso del whiskey, se debe el aumento del whisky... del Scotch!

Pero la verdad, es que ya sea whiskey o whisky, ambos cuentan con mi simpatía, y sobre todo con mi respeto, pues los beneficios de esta “aqua vitae” son cosas de monjes sabios, y yo como hombre creyente que soy, practico con fe.

Termino recordando a W.C. Field, quien recomendaba a todos los hombres (y mujeres también, Albemamá) llevar siempre y en todo momento una botella de whisky en una mano en caso de mordedura de serpiente… y en la otra mano, llevar siempre una serpiente.

Salud!

Juancho Pérez

@jonchoperez 

jueves, 19 de junio de 2014

LA DERROTA EN EL FÚTBOL Y EN EL ANTI FÚTBOL


Cuentan – no se si es cierto – que cuando a Jorge Luis Borges ante el triunfo de Argentina en el Mundial 78´ algún exaltado le dijo que habían derrotado a los holandeses, este contestó con sutil ironía: “Yo no… Yo no he derrotado a Erasmo ni a Spinoza”.

Borges no gustaba del fútbol y denigraba de él al punto de explicar y justificar la atracción mundial por este deporte así: “El fútbol es popular, porque la estupidez es popular”.

Sin embargo, más allá del desprecio borgiano por el fútbol, y de la veracidad o no de la frase sobre la derrota… quisiera detenerme en esta idea.

Otro intelectual, Paul Auster, definía al fútbol como el milagro que le permitió a Europa – y para ser justos, FIFA mediante, a casi todos los países del mundo – odiarse sin destruirse.

Y esta ¡sí que es una gran victoria!

Pues aunque en estos torneos queden vestigios de guerra, nacionalismos, escuadras, disciplina, estrategias, uniformes, banderas, himnos, gritos, tambores, caras pintadas, derrotados y ganadores;  ahora se dimite toda la furia – o toda la estupidez, diría Borges – y se resuelve el duelo sin muertos, con un balón de cuero, en 90 minutos, bajo las reglas de un juego… y al final hasta se intercambian amistosamente las camisetas y se abrazan los contrincantes…

Podrá haberle parecido a Borges que una pelea de gallos era un espectáculo más digno que un partido de fútbol (cosa que dijo, por cierto), pero tanto él como Maradona, igual que Merkel, Obama, Putin, Felipe VI ó Michelle Bachelet, saben y coinciden que resulta mejor gritarle con pasión y locura a 22 tipos en shorts corriendo tras un balón desde el televisor, que sumar soldados a las trincheras y cruces a los cementerios.

Pero claro que la estupidez está y estará siempre presente. No nos engañemos.  Va desde la grandísima tontería de aquel que decide quedarse obsesivamente despierto y pegado al televisor para no perderse un match, hasta como lo advertía en su momento el Cardenal Ratzinger en su reflexión sobre el Fútbol y los Mundiales, llegar al punto de que “todo esto puede pervertirse por un espíritu comercial que somete todo eso a la sombría seriedad del dinero, y el juego deja de ser tal para transformarse en una industria que suscita un mundo de apariencia de dimensiones horrorosas…”

Sin embargo, al mismo tiempo, señalaba en su tratado el ahora papa emérito, las bondades que el fútbol trae a la humanidad:

“Finalmente, el fútbol enseña un enfrentamiento limpio en que la regla común a la que el juego se somete sigue siendo lo que une y vincula aun en la posición de adversarios y, además, la libertad de lo lúdico, cuando se desarrolla correctamente, hace que la seriedad del enfrentamiento vuelva a resolverse y desemboque en la libertad del partido finalizado. En calidad de espectadores, los hombres se identifican con el juego y con los jugadores y, de ese modo, participan de la comunidad del propio equipo, del enfrentamiento con el otro, así como de la seriedad y de la libertad del juego: los jugadores pasan a ser símbolos de la propia vida. Eso mismo actúa retroactivamente sobre ellos: saben, en efecto, que las personas se ven representadas y confirmadas a sí mismas en ellos.”

Podemos incluso animarnos e ir más allá y concluir que este juego funciona hoy día no sólo como entretenimiento formativo sino también como válvula de escape de las peligrosas pasiones humanas.

Es un juego, sí, y como tal que el mundo se entregue a un juego claro que resulta estúpido… pero afortunadamente fue así – se cambió la “estupidez” de la violencia, por otra… más mansa, más conveniente, menos peligrosa, más divertida.

Al fin del día, es una evolución y un aliciente que en los mundiales – en verdad – nadie “derrote” a nadie, como tampoco Borges quiso derrotar a Erasmo.



Juancho Pérez
@jonchoperez

domingo, 4 de mayo de 2014

EL PRIMER MUERTO DE LOS NIÑOS QUE MATAN HOMBRES…


Comienzo este post haciendo referencia a un relato que Borges recoge en su Historia universal de la infamia… por supuesto de manera infinitamente mejor de lo que yo me atreveré a escribir aquí… por ello pido disculpas de entrada.

Bill Harrigan se encontraba sentado en la barra de aquella taberna, en el medio del desierto de Nuevo México, junto a hombres recios, bebedores y borrachos, cuando irrumpió Belisario Villagrán, un indio fornido, respetado y temible, que con voz gruesa y fuerte desafió a los presentes: “Buenas noches a todos los gringos hijos de perra que están bebiendo”. Nadie se atrevió siquiera a voltear, hasta que retumbó el disparo en el salón. Después de su vaso cayó el indio Villagrán al suelo, muerto en el acto de un balazo.

Catorce años tenía entonces Bill Harrigan, quien después de aquel debut sería conocido y temido como Billy the Kid… y quien algún tiempo después, al recibir el disparo letal del arma del sheriff Garret, contaría apenas con veintiún años y más de veinte muertos encima “porque sí”…

Pero resulta, que este suceso verdadero y lejano, esta aventura decimonónica de cowboys del salvaje oeste norteamericano, este capítulo de la historia universal de la infamia, es un drama terrible en los barrios de Caracas del siglo XXI… (¡nótese bien, no del XIX sino del XXI!)

Días atrás, tuve la oportunidad de asistir a una charla dictada por el padre Alejandro Moreno, un salesiano entregado a los barrios, que vive en un barrio y que además se ha dedicado a comprenderlos; y para quien el tema de la violencia se ha convertido últimamente en su objeto (¿obsesión?) de estudio.

La charla comenzó con “números”. Abordar los temas álgidos desde lo cuantitativo es siempre menos brusco, más técnico y distante, – digamos – científico. Sin embargo, con todo y PowerPoint estos indicadores me dejaron frío: que la tasa de muertes violentas en Venezuela en 2013 haya sido 39 por cada 100 mil habitantes (versión oficial) o 79 por cada 100 mil habitantes (versión extraoficial), es un verdadero horror. Esto representó entre 11 mil y 25 mil muertos de forma violenta el año pasado.

La tasa mundial de muertes violentas actualmente es 8 por cada 100 mil habitantes, y según la Organización Mundial de la Salud cuando la cifra supera las 10 x 100 mil, se habla de “epidemia de homicidios”. 

¡Vaya epidemia la nuestra!

Y aquí comienza la comparación, que en este caso no resulta odiosa sino patética. En EEUU la tasa es 4.7, en Argentina 5.5, en Brasil el 21.8, en Colombia 33,  en México 23, en El Salvador 39.6, en Guatemala 39.3, en Europa Occidental 2.6, en Europa Oriental 6.4, en Haití 6.9, en Bolivia 7.7, en Somalia 1.7…

En resumidas cuentas, sea que nos guiemos por la cifra oficial de 39, o por la extraoficial (y según los expertos pareciera que más ajustada a la realidad) de 79 muertes por cada 100 mil habitantes; el hecho es que somos un país con un nivel altísimo de violencia.

Pero esta devastadora realidad se torna aún más triste y lamentable cuando de lo cuantitativo, el padre Moreno pasa a lo cualitativo.

Resulta que al menos en los barrios, la gran cantidad de muertes violentas es obra y producto de niños y muchachitos cuyas edades van desde los 16 hasta los 8 años. Niños más pequeños que mi hijo, que saben cómo manipular con precisión armas automáticas y semi-automáticas de verdad verdad (no de PlayStation), y vaciarle un peine al infausto que se les atraviesa en la vereda… niños y muchachitos que le meten siete tiros en la cara al tipo ese que se equivocó con la jeva del pana… niños y muchachitos que saben – o al menos intuyen – que no vivirán mucho más allá de los 20 años… niños y muchachitos convertidos literalmente en máquinas de matar, que se agrupan y se juntan y matan porque quieren respeto, porque anhelan reconocimiento, porque esta es mi zona, en última instancia: “porque sí”.

Estas bandas de asesinos infantes se dan prácticamente en todos los barrios. “No son muchos, son más bien pocos” aclara el padre Moreno. “En mi barrio, que somos más o menos 8 mil personas, habrá unos 15 de estos muchachos…”, pero el problema es que hacen mucha bulla y mucho daño.

Un drama: La subcultura del malandro. Así lo define Moreno.

Una pesadilla: que se sepan poderosos y se cartelicen… Así nos alerta Moreno.

A mí sólo me surgen dudas…

¿Y esto por qué nos ocurre? ¿Es la pobreza? ¿Y dónde entonces dejamos los bajísimos índices de Haití, Bolivia o Somalia?... ¿Es el capitalismo salvaje? ¿Y dónde entonces dejamos los bajísimos índices de Europa o EEUU?

¿Es la falta de familia, la ausencia de referencias paternas ó maternas? ¿Entonces por qué no son más, pues el drama familiar en los barrios y en Venezuela es inmenso y de vieja data?

¿Cómo se frena esta locura? ¿Cómo se evita, cómo se corrige? ¿Cómo se cierra esta puerta del Infierno?

Yo no lo sé.

Pero lo que sí se es que cuando un niño de 8 años, ó un muchachito de 12, resuelve coger un arma y salir a matar, ese primer muerto que encabeza su lista, no es ni el indio Villagrán, ni el tipo que se metió con la jeva equivocada… el primer muerto es el propio niño que lleva por dentro.




Juancho Pérez
@jonchoperez

jueves, 24 de abril de 2014

DE LA CORTÍSIMA VIDA DEL DECRETO 321… VISTO EN TIEMPOS DE LA 058.




Cuando los jóvenes oficiales dieron el golpe militar que derrocó al gobierno de Medina Angarita en octubre de 1945, el país entró en un clima de esperanza eufórica (que duraría poco), ante el derrumbamiento de aquel régimen presidencialista casi omnipotente y asfixiante que representó el Gomecismo.

La oficialidad militar decidió aliarse políticamente hablando con el partido Acción Democrática, a la sazón el único partido con resonancia popular. Y así conformaron, designaron y proclamaron una transitoria Junta Revolucionaria de Gobierno que definió sus propósitos y objetivos así:

1. Convocar a elecciones con sufragio universal directo y secreto para una Asamblea Constituyente.
2. Libertades públicas y garantías a los partidos.
3. Relaciones con las nacionales democráticas.
4. Reforma educacional y
5. Juicios de responsabilidad civil y administrativa.

Para el cuarto punto, se designó como Ministro de Educación al Dr. Humberto García Arocha, quien como hombre del partido que era, se ocupó en implementar y aplicar la propuesta educativa que desde antes de 1945 venía trabajándose en Acción Democrática (AD), bajo la tutela de Luis Beltrán Prieto Figueroa.

El principio cardinal de esta “reforma educacional” era la concepción del “Estado Docente”, que implicaba y suponía al Estado como responsable y con autoridad real sobre la orientación general de la educación enfocada a la formación de la conciencia de los ciudadanos.

Esta concepción de la educación como función pública que corresponde al Estado, chocaba frontalmente con la posición sostenida por la Iglesia Católica (y por supuestos las escuelas católicas) sobre el principio de subsidiaridad y la educación privada; y evidentemente sería este el punto de quiebre y radical enfrentamiento entre el Gobierno y la Iglesia.

La Iglesia Católica sostenía que la responsabilidad de la educación correspondía en primer lugar a la familia como núcleo básico, luego a la Iglesia con su doble función sobrenatural para educar y vigilar; y por último al Estado con su función de proteger, promover y suplir en aquellos casos necesarios.

Como consecuencia de este antagonismo, la situación se fue crispando cada vez más, hasta llegar a su punto más álgido en mayo de 1946 cuando se publica en Gaceta Oficial el Decreto 321.

“El objetivo del 321 era reglamentar las calificaciones y promociones de la educación primaria, secundaria y normal en los institutos oficiales y privados inscritos en el Ministerio de Educación Nacional, dando mayor importancia al trabajo estudiantil realizado durante el año y restándosela a los exámenes finales del mes de julio. Para satisfacer tales propósitos, estableció diferencias, a partir de la escuela primaria, entre las disposiciones de evaluación del rendimiento estudiantil para los institutos oficiales y para los institutos privados inscritos; además, los planteles de secundaria y normal privados inscritos se clasificaron de acuerdo al número de materias por profesores graduados en el Instituto Pedagógico Nacional, circunstancia que añadió otra discriminación más entre estos y los colegios oficiales” (1).

El principal reclamo de parte de los opositores al Decreto, en cuanto al fondo, consistía en la discriminación que sufría la educación privada; y en cuanto a la forma, era que el Gobierno no había realizado ninguna consulta previa para la implementación y aplicación del mismo, ni hizo caso de las sugerencias y propuestas presentadas y formuladas al Ministerio de Educación Nacional.
Este “sectarismo gubernamental”, esta actitud de no escuchar ni atender a la población en general, pero sobre todo a las partes afectadas en particular, profundizó aún más la situación de deterioro.

Por su parte, el Decreto 321 contaba evidentemente con el apoyo del Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, pero además contaba con el soporte de:
“…los estudiantes de los planteles oficiales, el partido Acción Democrática y sus apéndices (gremios docentes y sus sindicatos), el Partido Comunista, incluyendo la opinión de la prensa e individualidades” (2).

A favor de la educación privada se encontraban obviamente:
“…los estudiantes, directores, maestros y los padres y representantes, el Partido COPEI, la Iglesia (incluye las congregaciones y el Episcopado), la opinión pública y cualquier otra expresión social o política opuesta al 321” (3).

Objetivamente, ¿qué implicaba la aplicación del 321? La consecuencia directa era la eliminación del examen final para los alumnos que hubiesen obtenido un promedio mayor de 15 puntos a los que se consideraban eximidos. El Decreto se implementaría para los exámenes de julio del año escolar 45-46; y entre sus disposiciones se contemplaba que en los planteles privados sólo se aplicaría a los que tuvieran un 75% de maestros y profesores graduados.

Al respecto nos señala Fernández Herez:

“Al disponerse la aplicación inmediata en julio de 1946, quedaban sometidos al régimen tradicional de exámenes los alumnos de los planteles privados. Esta fue la chispa que incendió al ambiente educacional. El país fue sacudido por una ola de protestas y manifestaciones contra lo que se consideró en los planteles privados como una discriminación y una injusticia. Señalaban los planteles privados liderizados por los religiosos católicos que debía dárseles tiempo para cumplir con el porcentaje de profesores graduados, dejando sin efecto la aplicación del decreto hasta 1947” (4).

Al “atrincherarse” cada una de las partes en su posición, no quedó más opción para los contrarios al 321 que salir a protestar. Manifestaban las escuelas privadas completas en las calles, los profesores, los padres y representantes, los alumnos, las familias enteras…

Por su parte, el Gobierno también movilizó a sus partidarios. El juego lucía trancado.

La situación de “suma cero” se tornó muy tensa. El Gobierno, en cabeza del presidente de la Junta Revolucionaria Rómulo Betancourt, vio en peligro la estabilidad del gobierno y se encontró ante la única salida democrática posible: sentarse con las partes a buscar una solución.

Se negoció con los directivos de la educación privada un acuerdo para diferir para el próximo año la aplicación del 321, y como solución (apenas a diez días de la publicación del Decreto 321 y veintitrés decretos de por medio) se dictó el decreto 344 del 10 de junio de 1946, según el cual todo alumno de educación oficial o privada con un promedio de calificaciones de diez o más puntos quedaba promovido al año inmediato superior.

El diferimiento del Decreto 321 fue bien recibido por los opositores, aunado además al hecho de la renuncia del Ministro de Educación, el Dr. Humberto García Arocha.

La Enseñanza Privada, con su actitud seria, objetiva, definida y decidida de protesta organizada y movilizada ganó aquel “round” al Estado Docente… aunque ambas partes sabían que no sería el último… vinieron con el tiempo otros episodios, como el del Decreto 1.011… o como el “round” de la Resolución 058… que recién suena la campana.

Señores, ¡ATENCIÓN!

Juancho Pérez
@jonchoperez


-------
1.  El Decreto 321: sectarismo gubernamental vs. proyecto democrático: 1946-1947.
Yaurí Josefina Camejo Ron.
2.   Ibídem
3.   Ibídem
4.   FERNÁNDEZ HEREZ, RAFAEL y ELVIRA FERNÁNDEZ VILLEGAS. Educación Pública Venezolana en el Siglo XX. 

domingo, 30 de marzo de 2014

ME PASO A LA DISIDENCIA



Cuando Don Miguel de Unamuno, siendo rector de la Universidad de Salamanca, se levantó de su sillón y lentamente se dirigió al estrado luego de escuchar los incendiarios discursos ultranacionalistas de aquellos “próceres” del franquismo, todo el auditorio del paraninfo de la universidad que atendía a la conmemoración del Día de la Raza, anticipó que en nada bueno terminaría aquel acto.

Unamuno inició excusándose, pues no estaba previsto que él hablara, pero se sintió en el deber de no quedarse callado “porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”.

Así comenzó.

Con lacerante calma y argumentos precisos, Unamuno fue dejando en el hueso la insensatez y la barbarie de aquella oda a la violencia y al odio que imperaba y se contagiaba en una España pintada de guerra. Ante el grito y la arenga de los falangistas de ¡Viva la muerte!, Unamuno increpó al general Millán Astray – aquel feroz, lisiado y mutilado legionario y protohombre ejemplar de las tropas de Franco – con preocupada indignación y premonición: “en España hay actualmente demasiados mutilados y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más”.

Millán Astray, por supuesto reaccionó con violencia (¿con qué más reaccionaría si no?) gritándole a Unamuno: “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”, el auditorio comenzó a repetir a gritos la infausta frase… Unamuno sólo alcanzó a terminar su exposición con una desoladora sentencia: “Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”. Hubo que sacarle escoltado de la sala, pues la furia contra el anciano era desbordada…

Eso fue el 12 de octubre de 1936. Unamuno fue separado de su cargo. Mes y medio más tarde, el 31 de diciembre, moría el filósofo recluido y decepcionado en su casa… fue la suerte que corrió y sufrió por disidir.

Por su parte, los españoles decidieron matarse unos a otros. No se dejó espacio ni se creyó en entenderse, pues ya no se trataba de convencer, sino de vencer… Con los otros no había nada que hablar, ni dialogar, ni negociar… La guerra, con su crueldad, su destrucción, su horror, con su viudez y su orfandad, con su hambre y su miseria… fue indetenible.

Hoy, aquí, en Venezuela… me preocupa mucho ver la ligereza y la irresponsabilidad con que se habla de “guerra a muerte”… Me entristece mucho ver cómo estamos convencidos de que ya no hay nada que hablar con los otros… de lado y lado nos vamos, o nos dejamos (peor aún) atrincherar…
Se ha hecho un lugar común – para tirios y troyanos – entender que la solución del país será inevitablemente la violencia.

Pues yo, ante esto, lo digo sin titubear: conmigo no cuentan. No me apunto a eso.

Nos dicen los diccionarios: “Separarse de la común doctrina, creencia o conducta”, eso es disidir… Así que ante este panorama de enfrentamiento y lucha, yo me paso a la disidencia… y apuesto por el entendimiento, por el ¡claro que! difícil pero sensato camino del entendimiento. He dicho.

Juancho Pérez

@jonchoperez

viernes, 28 de febrero de 2014

EL GRAN SALTO ADELANTE O EL DISPARATE SOCIALISTA



Cuando en mayo de 1958 Mao hace el lanzamiento de “El Gran Salto Adelante”, lo anuncia con gran pompa y fanfarrias como el programa que permitiría a China apenas en cinco años superar a todos los países capitalistas y – por supuesto – convertirla en el país más rico y más avanzado del mundo. Así no más.

En la mente de Mao, el plan llegaba más allá, y pretendía establecer “el Comité de Control Mundial” mediante el cual impondría a todo el planeta un plan homogéneo de dominación.

Claro está, que haber partido de aquella loca premisa (de semejante pretensión al estilo Pinky & Cerebro), el fracaso de aquel programa era fácil de anticipar. Aunque no lo fue tanto para ellos.

Como siempre ocurre cuando se parte de premisas falsas, se llega a conclusiones erradas, y aquel programa quedó desechado. Pero lo que sí debemos recordar, lo que no podemos olvidar nunca, lo que hay que tener presente siempre – y sobre todo en estos momentos de socialismo Caribe – son las aberrantes consecuencias de aquel disparate…

En enero de ese mismo año ´58, cuatro meses antes del lanzamiento del pretensioso programa, Mao ante las advertencias y alarmas de falta de alimento en el país, se preguntaba preocupado “¿Qué vamos a hacer si no tenemos lo suficiente para comer?” e inmediatamente se respondía con absoluta (in)sensatez dictatorial: “No hay nada malo en comer menos… Sigamos el estilo oriental… ¿De qué vale comer mucho y tener una enorme barriga…?”. Concluía el panzón presidente de la República Popular China.

Sin embargo, como lamentablemente sucede con los dictadores, la realidad no puede enfrentarse con la voluntad... Que no hubiera suficiente alimento para los chinos no podía ser un impedimento para convertir a China en el principal productor de alimentos a nivel mundial, y por ello sencillamente se decretó “un aumento extraordinario” en las cosechas.

Un campesinado precario, sobre-exigido y con capacidad insuficiente debía ahora pegar el Salto Adelante y punto, esa era la orden. Para ello contaría únicamente con tres grandes aliados: 1) la propaganda oficial, que en julio del ´58 ya decía en el Diario del Pueblo “podemos producir toda la comida que queramos”, y apenas en agosto decir con total caradura “Debemos estudiar qué hacer con todo este excedente de alimento”…; 2) con la mano dura del ejército y la policía que requisaría toda la cosecha existente – sin tomar en cuenta la ración básica de subsistencia de los jornaleros y su familia – con tal de cumplir con las cuotas y aportes planificados; y 3) la Planificación Central, que dispuso de unas 500 millones de personas distribuidas en 24.000 comunas populares organizadas para el desarrollo del disciplinado y eficiente plan de agricultura, llamadas “Sputnik” (en honor y admiración del satélite soviético).

El plan no funcionó, porque no era real… la capacidad de producción estaba estimada en fantasías… las cuotas y aportes eran inalcanzables… pero como siempre, de todo aquello tenía que haber un culpable.

En febrero de 1959 Mao hace saber su conclusión y razón ante el revés: “todos los equipos de producción esconden comida para repartírsela entre ellos. La esconden incluso en profundos sótanos secretos, protegidos por guardias y centinelas”… “Los campesinos esconden comida…”

¡Listo! Allí está el problema… pues nada, vuelta de tuerca, apretar más, vigilar, exigir más de ese campesinado conspirador y traidor, más trabajo, más horas, más jornadas… y por supuesto todo, absolutamente todo, lo producido para los silos del Estado…

Así logró Mao, en 1959, exportar 4.74 millones de toneladas de grano, por un valor de 935 millones de dólares…

Las exigencias no cesaron. Se hizo necesario para continuar con el aumento de producción planificado, que se construyeran canales de riego, diques, represas, pero todo ello sin dotar de las herramientas necesarias a los campesinos, sin preparación, sin experiencia… todo ello hizo que el Gran Salto Adelante, no sólo no lograse funcionar, sino que produjo una hambruna terrible que comenzó en 1958 y terminó en 1961…

El espeluznante resultado para el final de esos cuatro años fue la muerte por hambre y exceso de trabajo de casi 38 millones de personas…

Al principio, para Mao y los suyos, que murieran tantos campesinos era de esperarse – normal – , al fin y al cabo decía el dictador con indolencia maligna: “¿no sería desastroso que Confucio siguiera vivo hoy? … la gente vive y muere”…

Pero con el tiempo, el Gran Salto Adelante resultó inconveniente y no tan factible como se pensó, como se planificó (para decirlo en le jerga socialista)… así que se dejó a un lado y ya… como si nada… así no más… como quien piensa un disparate!


JUANCHO PÉREZ

MAO, La historia desconocida. J. Chang / J. Halliday (2006)
EL DICTADOR, Anatomía de la tiranía. R.G. Aveledo (2008)