1.- Ortega y Gasset: bríos y miedos.
Resultó acaso un acto de – digamos – profecía aquella sentencia de Ortega y
Gasset (él la llamará escaramuza) con la cual inicia su meditación de la
técnica: “uno de los temas que en los próximos años se va debatir con mayor
brío es el sentido, ventajas, daños y límites de la técnica”[1].
Ortega hizo aquella precisa advertencia en las primeras décadas del siglo XX
(1933) mientras dictaba un curso para la inauguración de la Universidad de Verano
de Santander. Y hoy casi cien años después, el debate sobre el sentido,
ventajas, daños y límites de la técnica ciertamente se da con bríos, pero
también con miedos.
Nos podría parecer casi un absurdo que el hombre tenga miedos, si con
Ortega y Gasset, aceptamos que el hombre vive porque quiere, y que la vida no
es una imposición a la fuerza sino un acto de voluntad (casi un empeño). Siendo
esto así, es decir, siendo que el hombre decide optar por vivir ¿por qué entonces
vivir con miedos?
Cuando decidimos hacer, producir, aquello que no está en la naturaleza –
entendida esta no sólo por lo que nos rodea sino como toda circunstancia – lo
hacemos, nos dice Ortega, desprendiéndonos transitoriamente de esas urgencias
vitales para ocuparnos de otras actividades que no son satisfacción de
necesidades.
Y es justo en ese instante en el cual surge la técnica, como el conjunto de
todos los actos que modifican o reforman la circunstancia y la naturaleza
logrando que haya en ella lo que no hay.
Quizás entonces sea eso que creamos, que construimos, que producimos, eso
que no estaba en la naturaleza y por ello le hemos impuesto con bríos, lo que
también nos traiga miedos. Bríos y miedos como las dos caras de una misma
moneda.
Pues parece que al final la vida que ese hombre se
empeña en vivir, no solo consiste en el hallazgo de soluciones a las
necesidades materiales, el hambre, el frío, la enfermedad… sino que ese empeño
en vivir, esa tozuda insistencia en ser, esa briosa voluntad de transformar y
modificar la circunstancia, no termina ni se satisface en el estricto, finito y
limitado campo de la naturaleza. Va más allá, nos conduce a una zona más
compleja y más desconocida: lo sobrenatural. Allí estriba pues la razón de los
miedos, en lo desconocido de esa parte de vivir.
Ortega nos lo deja saber así, casi al cierre de su meditación. Lo asoma sin
desarrollar, como una sugestiva reflexión inconclusa: “…la vida humana no es
solo lucha con la materia, sino lucha del hombre con su alma”.
2.- Heidegger, en búsqueda de la verdad.
Comenta Rodney Stark en su estudio sobre la influencia del cristianismo en
el mundo occidental[2], que
cuando los primeros europeos llegaron tanto al oriente como a los territorios
del nuevo mundo, se sorprendieron tremendamente al evidenciar el nivel inmenso
de su superioridad tecnológica.
Las razones de esa superioridad tecnológica, de ese afán del progreso del
mundo europeo, tienen diversas explicaciones. Pero lo cierto es que la técnica
en occidente propició y permitió un evidente mayor desarrollo para la
humanidad. Pero, ¿cuál fue la diferencia entre a la técnica occidental y la
técnica de otros lugares del planeta?
Quizás la respuesta la encontremos en Martin Heidegger[3]
y su concepción de la técnica más allá de la visión antropocéntrica, es
decir, al plantearnos que esta supone e implica un modo de compresión del mundo.
Heidegger separa la técnica (como
instrumento) de la esencia de la técnica (el desocultamiento de la verdad). Y
esta dualidad de conceptos sin duda otorga una buena manera de aproximarnos a
la respuesta que intentamos conseguir sobre el porqué de la diferencia de la
técnica occidental.
Fue la occidental una técnica que
atendió a su esencia, a su desvelamiento, y es a través de ese desocultamiento
que el hombre llega a ser libre, pasando de ser esclavo a oyente. Nos dice
Heidegger que la libertad gobierna lo libre en el sentido de lo iluminado, lo
develado, lo desocultado. Y es justamente ese acontecimiento de lo desocultado
donde radica la verdad, como el más íntimo parentesco con la libertad.
Ceñida y definida como está la
técnica y la esencia de la técnica por una serie de elementos y circunstancias
que forman una constelación o marcha estelar de lo misterioso, ambas nos
conducen inexorablemente a la pregunta por la verdad, es decir, al advenimiento
de la verdad.
Es esta reflexión la que permite
al hombre meditar sobre su libertad y su salvación, entendida esta última como
la liberación de un estado o condición indeseable.
3.- ¿Cabe una respuesta (que nunca pidieron) teológica para Ortega y Heidegger?
Según la esposa de Xavier Zubiri, alumno y amigo de Ortega, al momento de
su muerte el filósofo español que durante su vida había mantenido una relación más
bien de conflicto con la religión, se reconcilió in extremis con el
catolicismo.
Por su parte, Martin Heidegger, se mantuvo siempre en una postura de
desmarque de lo religioso. Entre la religión y la filosofía, apuesta por esta
última, acaso como una manera más auténtica y más libre – pensaría quizás – de
llegar al Dios verdadero.
Lo cierto es que más allá de lo anecdótico, ambos filósofos se dedicaron a
pensar y reflexionar sobre la técnica como una acción, una actividad, un
quehacer y una característica del ser humano. Es decir, ambos filósofos
hicieron filosofía de la técnica, nunca teología de la técnica.
No es intención de este breve ensayo buscar las bases – si las hubiese – de
la presencia de lo divino en los planteamientos filosóficos de Ortega y
Heidegger. Mucho menos se pretende barnizar de cristianismo las visiones de
estos pensadores.
La pretensión de este trabajo por lo tanto no es intentar una respuesta
teológica ni a Ortega ni a Heidegger. Eso sería más que una impertinencia un
disparate. Sin embargo, sí cabe hacernos el ejercicio justo contrario: ¿Cabe
una respuesta desde Ortega y Heidegger y sus visiones de la técnica para
aproximarnos a la teología? Apuro mi veredicto, sí cabe.
Pero no bajo el encuentro de una disciplina que estudia a la otra, sino,
como una disciplina (en este caso la filosofía) que da argumentos a otra para
presentarse con solidez ante los nuevos tiempos. Por ello no estaríamos
abordando la teología como la disciplina que estudia a lo divino fundada en los
textos sagrados, la tradición y los dogmas. Estaríamos hablando de
ciberteología como la respuesta “técnica” que la teología da – o debería dar –
ante el avance precisamente de la tecnología.
4.- Una aproximación a la ciberteología.
Los tiempos cambian y la tecnología hace que estos cambios sean no solo más
frecuentes y más rápidos, sino más amplios y más profundos. Es dentro de esta
línea de cambios en la cual el jesuita Antonio Spadaro S.J., se hace la
pregunta “¿no cambiará nuestro modo de pensar y vivir la fe?”[4].
Si el ciberespacio subraya nuestra finitud y al mismo tiempo refleja
nuestro deseo de infinito, de lo divino, existe entonces un campo en el cual la
espiritualidad y la tecnología se cruzan. De allí que la tecnología permita
expresar una forma de deseo de “trascendencia” en la condición humana. Esto se
aplica también a ese “espacio de comunicación que abre la interconexión
mundial de los computadores y de las memorias informáticas”.[5]
Pero ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de ciberteología?
Vale la pena recurrir a lo expuesto por Spadaro en su libro:
“Susan George ha recogido cuatro
definiciones de ciberteología como propuesta para una posible comprensión. La
primera definición la encuadra como teología de los significados de la
comunicación social en los tiempos de Internet y de las tecnologías avanzadas.
La segunda la entiende como una reflexión pastoral sobre cómo comunicar el
Evangelio con las capacidades propias de la Red. La tercera la interpreta como
el mapa fenomenológico de la presencia de lo religioso en Internet. La cuarta
considera la Red como lugar de las capacidades espirituales. Se trata, como se
ve, de una tentativa interesante, aunque inicial, de definir un campo de
reflexión.
La teóloga inglesa Debbie Herring, por su
parte, en el sitio cybertheology.net, que recoge racionalmente recursos y
links, ha distinguido tres secciones: “teología en”, “teología del” y “teología
para” el ciberespacio. La primera recoge materiales teológicos disponibles en
Red; la segunda ofrece una lista de contribuciones teológicas al estudio del
ciberespacio; la tercera consiste en reunir lugares en que se hace teología en
Red (foros, sitios, mailing lists...). Estas distinciones son interesantes y aportan
más claridad, enriqueciendo la reflexión.
Carlo Formenti, en su Incantati dalla
rete, dedica un capítulo a la ciberteología entendiéndola como el estudio de
las connotaciones teológicas de la tecnociencia, una <teología de la
tecnología>, que en cambio Susan George tiende a mantener diferenciadas. El
número monográfico de la revista Concilium de 2005 con el título de
‘Ciberespacio, ciberética, ciberteología’, ofrece una aportación interesante,
que implícitamente parece definir la ciberteología como el estudio de la
espiritualidad que se expresa en y a través de Internet y de las actuales
representaciones e imaginaciones de lo <sagrado>. Se trataría, por tanto,
de la reflexión sobre el cambio de la relación con Dios y con la trascendencia.
Pero quizás ha llegado el momento de dar
un paso más, buscando un nuevo estatuto, más preciso, para esta disciplina que
parece tan difícil de definir. Debemos, por tanto, considerar la ciberteología
como la inteligencia de la fe en el tiempo de la Red, es decir, la reflexión de
pensar la fe a la luz de la lógica de la Red.”[6]
Veíamos arriba como para Ortega la vida humana no es solo lucha con la
materia, sino lucha del hombre con su alma. Entendido esto así, entonces es tan
necesaria la técnica para hacer fuego, como la técnica para generar espacios de
encuentro del hombre consigo mismo.
Heidegger al hablarnos de desocultamiento, nos pone de cara a la búsqueda
de la verdad y de la libertad, para concluir que es a través de esta vía como
se llega a la “salvación”. A ello atiende la esencia de la técnica.
Ambos filósofos en sus planteamientos, coinciden perfectamente. Ambos
pensadores, en la sensibilidad propia de aquellos hombres que se dedican al
pensar, ven con claridad que el sentido de la existencia humana va más allá de
la simple respuesta a las necesidades materiales.
El hombre tiene de manera inexorable un sentido de trascedencia, siento
siempre un llamado a ella. Trascendencia que se da no sólo en el plano del
"ser" sino en el plano del "hacer”. De allí que cobre una
especial importancia la relación entre la filosofía y la teología, porque nos
permiten atender a los dos planos de la trascendencia.
Esta relación la plantea de manera muy clara el catedrático de teología
moral Julio L. Martínez:
“La declaración Dignitas infinita es un ejemplo
de diálogo fructífero entre teología y filosofía, diálogo que dispone a la
relación –también necesaria— de la teología con las otras ciencias. En efecto,
la filosofía pretende alcanzar una comprensión global y universal de la
realidad, que trasciende la inmediatez de lo empírico. Se sitúa así en la misma
longitud de onda que la teología, reclamando totalidad y universalidad. Las
fuentes epistemológicas de teología y filosofía son diferentes, pero similar su
pretensión de ser ciencia fundamental.”[7]
Por ello resulta más que pertinente hablar hoy de ciberteología, entendida
esta por supuesto desde el agustiniano enfoque de fides quaerens intellectum
(la Fe busca el entendimiento), pero también con una función ética de colocar
a esta en el centro para promover el desarrollo y no la destrucción; la
inclusión y la no discriminación, es decir, con la intención clara de humanizar
la tecnología en lugar de tecnologizar lo humano.[8]
Y por último, aunque más en orden confesional pero no menos importante, dado
pues que el cristianismo es fundamentalmente un proceso comunicativo, pues todo
en él supone comunicación (desde la inicial relación divino-trinitaria, hasta
las más simples formas cotidianas y mundanas de evangelización y catequesis), y
el ciberespacio es hoy el lugar de encuentro y desarrollo de la humanidad
contemporánea, el surgimiento de una ciberteología ¿no pareciese una necesidad
de indispensable atención en estos tiempos?
[1] Meditación de la técnica, Ortega y Gasset,
Revista de Occidente (5ª ed 1964)
[2] The victory of reason. How cristianity led
to freedom, capitalism and Western success. Rodney Stark, Random House. 2006.
[3] Filosofía, ciencia y técnica. La pregunta
por la técnica. Martin Heidegger. Editorial Universitaria, 1997
[4] Ciberteología: Pensar el cristianismo en tiempos de red.
Antonio Spadaro S.J. Herder Editorial, 2014.
[5] https://tecnoevangelizacion.blogspot.com/2021/05/que-es-la-ciberteologia-antonio-spadaro.html
[6] Ciberteología:
Pensar el cristianismo en tiempos de red. Antonio Spadaro S.J. Herder
Editorial, 2014.
[7] En nombre de la dignidad. Artículo de
Julio L. Martínez publicado en la Civilta CAttolica en julio de 2024. https://www.laciviltacattolica.es
[8] El planteamiento aparece en este artículo
de Vincenzo Paglia, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida,
publicado en Alfa & Omega en julio de 2024. https://alfayomega.es
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