Según la teología cristiana, La
Trinidad es el dogma y pilar fundamental sobre la naturaleza de Dios: un ser
único que existe como tres personas distintas Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Cada una de ellas es enteramente
Dios, "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el
Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo
Dios por naturaleza"[1].
Borges, en su erudición y su
ironía quiso definirla como un caso de
teratología intelectual, una deformación que sólo el horror de una pesadilla
pudo parir.[2]
Ese mismo Borges librepensador afirmará con inspirada
intuición que “el Espíritu (…) no
consiente mejor definición que la de ser la intimidad de Dios con nosotros, su
inmanencia en los pechos”.[3]
Hay quienes definen al Espíritu
Santo como fuerte viento, también como lengua de fuego, pero la palabra
Paráclito lo define con una hermosa precisión: el consolador, el consejero.
Esa brisa suave, ese susurro, esa
intimidad de Dios con nosotros, que
nos pide silencio y calma para orientarnos a la trascendencia.
Juan Salvador Pérez
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