Algo va mal, es el nombre que Tony Judt da a su ensayo sobre – digamos –
el malestar contemporáneo. Comienza su libro con una frase desoladora: “Hay algo
profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy.” Con esta expresión de
denuncia profética, se lanza con fuerza y amplio dominio del escenario social y
político del siglo pasado y lo que va de este, a cuestionar el aletargamiento
del hombre actual.
1980 es la fecha para Judt, que marca el comienzo de la distorsión.
Según él, las generaciones desde esa década en adelante (es decir, las
nuestras), han sido formadas bajo la obsesionada y exclusiva búsqueda de la
riqueza e indiferentes al resto. La consecuencia: la primacía de lo material,
el desprecio de lo colectivo y lo público, la ceguera individualista, la
creciente brecha entre ricos y pobres… Al final, obtenemos a un ser humano apoltronado
en su comodidad y sólo preocupado en ello.
Si lo único que importa es producir riqueza, todo lo demás luce banal, y
por supuesto también la política se banaliza. Los políticos se han convertido
en tipos lights con mensajes lights. Preocupados
por parecerse cada vez más unos a otros, han desdibujado las fronteras
ideológicas, han desaparecido los planteamientos serios, para ofrecer en
cambio, la misma fórmula insípida de un prometedor bienestar, pero sin
transmitir “ni convicción ni autoridad”.
Pero toda esta cultura de la comodidad, del bienestar, de la
satisfacción material, toda esta ficción del éxito, choca y encuentra fin ante
un concepto real, palpable y en peligroso crecimiento: la desigualdad.
¿Qué nos plantea Judt ante este panorama? No nos viene a hablar de
socialismo, al que considera en el mejor de los casos un fracaso, y en el peor
una excusa de dictadores. Tampoco nos vende el capitalismo, pues este no es un
sistema político sino una forma de vida económica compatible con monarquías,
dictaduras de derecha (caso Pinochet), repúblicas y hasta dictaduras de
izquierda (caso China actual). Judt nos invita y nos propone algo diferente,
nos habla de fraternidad, de actuar juntos para alcanzar una meta compartida.
Nos resalta la necesidad de poner límites al egoísmo y producir armonía. Y esta
propuesta la hace desde la figura del Estado, claro está que desde un Estado
rescatado, repensando, eficiente, pero sobre todo conformado por hombres y
mujeres sensibles, que participen y que sean disconformes.
Este último es quizás, el elemento más radical que propone Judt: hombres
y mujeres que participen pero que sean responsablemente críticos, dentro y a
través de la ley y los canales políticos, pero siempre disconformes.
Judt no apuesta, pero aspira a que haya cambios.
Sin embargo, honestamente, hoy resulta atrevido pensar que todos creemos
que esto deba cambiar. No estoy seguro que la gran mayoría piense que esto está
mal. No sé si realmente se quiera dejar de medir el éxito en cuentas
corrientes, en ceros a la derecha, en carros blindados y escoltas… Sabemos que
está mal, pero no sé si (aún) nos molesta el malestar…
Corrijo entonces el inicio de esta reseña: Algo va mal, es el nombre que
Tony Judt da a su ensayo sobre, digamos, el estar-mal contemporáneo.
Juancho Pérez-Perazzo
@jonchoperez
Al final, con lo de la fraternidad, termina proponiendo lo mismo de la Iglesia católica. Las cosas cambiarán en la medida que los cristianos bautizados practiquen y vivan su fe como es.
ResponderEliminar"La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas." Karl Marx. Solo en la medida en que el individuo se preocupe por su entorno y sus iguales, cosas podrán cambiar, y ese cambio no viene de los dirigentes políticos que tienen intereses que cuidar
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