Es cierto, a
veces lo olvido, somos hombres y mujeres del siglo XXI. Somos seres racionales,
tecnológicos, avanzados, nosotros no creemos en milagros.
Pero igual me
animo a escribir este post, porque la historia es bonita.
Me contaba un
buen amigo que en estos días al estar de visita en una casa-hogar que se ocupa
de atender, dar albergue, comida, cariño y formación a niños que se
encuentran en situaciones extremadamente vulnerables, se sorprendió al ver en
la despensa de la cocina, una pequeña imagen de San Antonio.
La pregunta fue
obligada y directa a la monjita que se encarga de la casa: “Hermana ¿y San
Antonio qué hace aquí?”. La monjita respondió con total tranquilidad y además seguridad:
“Es quien nos ayuda a conseguir lo que necesitamos”
San Antonio, dice
la tradición es el patrono del pan de los pobres, de allí que su fiesta se
celebre con pancitos… es además el patrón de las cosas perdidas o extraviadas… Así
que en estos tiempos de conseguir poco, y de pasar hambre, San Antonio de Padua
sabe de qué estamos hablando.
La Hermana Luisa,
narra sin ningún sobresalto, sin fanatismo, sin aspavientos, y sin show, cómo en
estos tiempos de peladera, de “no-hay”, de “no-se-consigue”, todos los días les
llega algo.
Aquella tarde que
no había desayuno para el día siguiente, ya a punto de salir a buscar plátanos para no dejar sin comida a los muchachos, llegó
alguien con harina de maíz suficiente para lo que quedaba de semana. Igual con
la leche, con las caraotas, en fin… la despensa nunca está llena, no rebosa,
pero nunca está vacía, siempre hay con qué. “Y ¡ese es San Antonio!”.
La historia a mí
me conmueve, porque me permite entender que la fe es un tema cotidiano, del día
a día, que se mezcla, que es parte de nuestros asuntos y sufrimientos diarios.
Me
permite aterrizar el concepto del “pan cotidiano”, ese que pedimos nos llegue
cada día al rezar el Padre Nuestro, de manera concreta en la ayuda, en la acción
de buena voluntad, que unos tienen con los otros.
Pero además me anima, no se imaginan cuánto,
comprobar que aun en estos tiempos de “naufragio”, de “yo-primero”, hay un país
que responde como es debido, o para decirlo bien, como Dios manda.
Juancho Pérez
@jonchoperez