Siempre me ha resultado chocante e ingenua esa
postura romántica de la historia que
al querer mostrar el mundo a través de su prisma, termina distorsionándolo todo.
Buen ejemplo de esto lo encontramos en la
literatura (y por herencia en el cine) donde nos muestran personajes que han
sido viles y nefastos, pero gracias a la pluma de un buen y romántico escritor,
son convertidos y recordados como héroes épicos ejemplares.
Cito algunos casos: Dick Turpin, aquel
hombre de maneras cultas pero ágil y audaz caballero, que con pañuelo en el
rostro asaltaba los carruajes de los señores ricos de la Inglaterra del siglo
XVIII, quitándole sus pertenencias y además cautivando a sus mujeres… o Roque
Guinart aquel personaje de Cervantes, salteador de caminos, que Don Quijote se
topa en su viaje a Barcelona y a quien en “tres días y tres noches” no se cansó
de admirar el flaco caballero andante.
Por supuesto, ni hablar de la leyenda de
Robin Hood ¡el arquetipo del forajido! Y así miles y miles más…
Hemos terminado - en los libros y en las pantallas - reivindicando y admirando a
bandoleros, delincuentes, salteadores, asesinos, piratas, secuestradores,
forajidos de todos los tiempos… ¡y sólo por romanticismo no más!
Pero resulta que tanto Turpin, como Roque
Guinart (ó Rocaguinarda quien era el verdadero bandolero que inspira a
Cervantes), eran azotes de su tiempo…
Dudo mucho que llegaran con el pañuelo en
la cara y abordaran los carruajes mientras tomaban el dinero y pertenencias, y
justo antes de marcharse soltaran algún chistecito astuto y le guiñaran el ojo
a la bella sobrina del gran señor…
Por el contrario, eran hombres violentos, rudos, brutales y
dispuestos a todo para lograr sus objetivos… a cometer toda clase de vejaciones
y por supuesto también a matar… Eran hombres temidos y perseguidos por ello.
Visto así, para mí esta clase de tipos no tiene
nada de romántico… ni antes, ni mucho menos ahora.
Hoy, en pleno 2012, vivimos en una Caracas
que da miedo. Tanta inseguridad, violencia, delincuencia… una ciudad peligrosa
donde los salteadores y bandoleros no son cuentos, sino realidades y malos
ratos.
Ya me dirán los que se han ido afuera, con
una ceja arqueada y el dedo levantado casi pontificando: “viste, por eso me
fui, yo te lo dije…”
Por su lado, me dirán los racionales-positivistas con ademán
científico técnico: “estos son ciclos que viven las sociedades, recuerda la Nueva
York de los 70´s, la Lima de los 80´s ó la Bogotá y la Medellín de los 90´s…”
Ok, está bien… pero a nosotros, los
caraqueños que hoy estamos aquí en Caracas, nos toca sufrir vivir está
situación, entenderla, tomárnosla en serio y ser muy precavidos.
Aquí señoras y señores, en este punto, se acaba el
romanticismo.
De políticas públicas de seguridad que
hablen los expertos... pero que hablen pronto.
Juancho Pérez
Y no sólo en cuestión de seguridad, sino en otros ámbitos también, porque un acto para que sea bueno, su intención (objetivo), acción y consecuencias deben ser buenas. Si alguna de las tres falla, es malo.
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