En el más reciente documento de
trabajo de la politóloga venezolana Maryhen Jímenez, publicado por la Fundación
Carolina titulado “El difícil camino
hacia una democratización en Venezuela” (enero 2022), la destacada
investigadora de Oxford se hace – nos hace – la pregunta más importante sobre
el futuro político del país ¿puede Venezuela transitar hacia una democracia?
Sin ánimos de hacer spoiler apuro la respuesta que ella
misma nos da al final de su trabajo[1]:
dándose las circunstancias ideales, es decir, comenzando ya a hacer lo que hay
que hacer, el trayecto de la
democratización no será lineal y se concretaría, eventualmente, en el largo
plazo.
¿Cuáles son esas circunstancias ideales que nos plantea el estudio?
Lo primera circunstancia que
resalta este estudio, el punto de partida de su tesis, es el hecho de que
recuperar la democracia en Venezuela es un asunto a largo plazo, aclaratoria
que resulta necesario siempre hacer – aunque parezca de Perogrullo - por si aún
hubiese ingenuos soñadores o temerarios irresponsables que siguiesen
sucumbiendo a la tentación de la inmediatez y los atajos amentes.
En la Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium, el papa Francisco nos presenta los cuatro principios
fundamentales - en su criterio - para la construcción de la paz y justicia:
a)
el tiempo es superior al espacio;
b)
la unidad es superior al conflicto;
c)
la realidad prevalece sobre la idea; y
d)
el todo es más que las partes y la mera suma de
las partes.
Así planteado, el primer punto
expuesto por Jiménez, coincide perfectamente con el primer principio propuesto
por S.S. Francisco. El tiempo es superior
al espacio.
Nos dice el #223 de la
Exhortación Apostólica:
“Este
principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados
inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o
los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Es una invitación
a asumir la tensión entre plenitud y límite, otorgando prioridad al tiempo. Uno
de los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste
en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos.
Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el
presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y
autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle
prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios.
El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una
cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar
las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras
personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes
acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y
tenacidad.”[2]
La segunda circunstancia que
Jiménez nos expone en su trabajo como un elemento clave a superar, es la
imposibilidad en la oposición política venezolana para avanzar en unidad, con
reglas internas claras y acciones coordinadas. Advierte el estudio que los
momentos de mayor éxito para la oposición y de mayor derrota del oficialismo
han coincidido siempre con la existencia de una instancia de coordinación
opositora que ha dado orden y foco. “La
gran diferencia entre los diversos intentos de coordinación —informal y formal—
que ha emprendido la oposición venezolana está en la (ausencia de)
institucionalidad interna”. No es secreto para nadie la actual situación de
disgregación, atomización y diferencias profundas que atraviesa la oposición
política venezolana, sin embargo sería
deseable que los diversos actores democráticos de la oposición diseñaran una
nueva institucionalidad interna que les permita decidir y crear colectivamente
un objetivo, y definir candidaturas y un programa conjunto de cara a los
futuros procesos electorales. Mientras tanto, desde las cuatro gobernaciones y
las 123 alcaldías no-oficialistas (Luján, 2021), los y las dirigentes electos
podrían aprovechar el espacio limitado para organizar las bases, crear vínculos
con grupos no-partidistas, reestablecer la confianza entre actores y abonar así
la regeneración de la oposición venezolana.[3]
A este respecto, la Evangelii
Gaudium nos propone el segundo principio fundamental: la unidad es superior al conflicto.
Nos dice en los núemros 227 y 228
de la Exhortación Apostólica:
“227.Ante el conflicto, algunos simplemente
lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder
continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan
prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias
confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay
una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar
sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo
proceso. «¡Felices los que trabajan por la paz!» (Mt 5,9).
228. De este modo, se hace posible
desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar esas
grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y
miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso hace falta postular un
principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es
superior al conflicto. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y
desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito
viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una
unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni
por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior
que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna.”[4]
La tercera circunstancia que
plantea el documento de estudio es la moderación estratégica. Nos dice Jiménez
que a medida que una oposición coordina
sus acciones de una manera formal y logra movilizar a su favor a diversos
grupos de la sociedad, la coalición autoritaria aumenta los niveles de
represión para intimidar, hostigar y fracturar a su adversario.
Esto ha quedado más que comprobado
en el caso venezolano. Entonces ¿cómo se puede avanzar ante la inexorable
conducta represiva del oficialismo?
Sostiene Jiménez que la
moderación estratégica puede traer una serie de beneficios, como lo son: i)
comprensión de las limitaciones impuestas por un contexto autoritario y
represivo; ii) acciones consensuadas entre diversos grupos que busquen la
apertura del autoritarismo con cautela y ambición, y iii) manejo de
expectativas sobre cambios inmediatos y rechazo a las vías violentas para obtener
el poder.
En todo caso, la realidad es que
ha resultado nada efectivo el enfrentamiento frontal y violento como estrategia
de la oposición para derrotar al oficialismo. Por el contrario, la experiencia
histórica demuestra cómo la adaptación de las acciones a las condiciones reales
y factibles, de grupos opositores ante regímenes autoritarios, ha resultado una
estrategia exitosa.
Es indispensable – nos advierte Jiménez – que los actores no-oficialistas moderen sus expectativas, comprendan
las limitaciones impuestas por el contexto autoritario y construyan una visión
que pueda ayudar a tejer puntos de
encuentro de cara al futuro. La moderación estratégica, si bien resulta costosa
en el corto y medio plazo, es una ruta gradual y lenta que puede traer beneficios
a los partidos políticos a largo plazo.[5]
Moderar expectativas, comprender
limitaciones, es decir, entender y asumir la realidad. Es este precisamente el
tercer principio que S.S. Francisco nos propone en Evangelii Gaudium: La realidad es más importante que la idea.
Nos dice la Exhortación
Apostólica en los números 231 y 232:
“231. Existe también una tensión bipolar
entre la idea y la realidad. La realidad simplemente es, la idea se elabora.
Entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la idea
termine separándose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de la sola
palabra, de la imagen, del sofisma. De ahí que haya que postular un tercer
principio: la realidad es superior a la idea. Esto supone evitar diversas
formas de ocultar la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo
relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que
reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los
intelectualismos sin sabiduría.
232. La idea —las elaboraciones
conceptuales— está en función de la captación, la comprensión y la conducción
de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos y
nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan.
Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. Hay que pasar del
nominalismo formal a la objetividad armoniosa. De otro modo, se manipula la
verdad, así como se suplanta la gimnasia por la cosmética. Hay políticos —e
incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los
comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras.
Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron
la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron
desde fuera una racionalidad ajena a la gente.”[6]
La última circunstancia ideal que
nos plantea Jiménez en su estudio para poder avanzar en el camino de la
democratización de Venezuela es poseer una identidad democrática y prográmatica,
es decir, democratizar el discurso y la política interna de los partidos.
Esto supone no solamente lo
obvio, las democracias requieren de demócratas, sino que además el liderazgo
debe y tiene que ser siempre coherente y consecuente con la democracia, en sus
propios partidos, en sus planteamientos y planes nacionales, en la vinculación
y apoyos internacionales, en la gestión cotidiana y por último pero
importantísimo, en materia de rendición de cuentas y transparencia.
La democracia es más que
discurso, va más allá de slogans, supera los simples acuerdos entre los
actores. La democracia es una manera integral de entender la vida en sociedad,
es una forma de gobierno que requiere esencialmente de la participación de
todos, pero que al mismo tiempo supera a todas las partes, para poder así
llegar al bien de todos, al Bien Común.
Es esto lo que el papa Francisco
no propone en el cuarto principio fundamental para la construcción de la paz y
justicia: el todo es superior a la parte.
“235. El todo es más que las partes, y también
es más que la mera suma de ellas. Entonces, no hay que obsesionarse demasiado
por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay que ampliar la mirada para
reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin
evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y
en la historia del propio lugar, que es un don de Dios. Se trabaja en lo
pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia. Del mismo modo,
una persona que conserva su peculiaridad personal y no esconde su identidad,
cuando integra cordialmente una comunidad, no se anula sino que recibe siempre
nuevos estímulos para su propio desarrollo. No es ni la esfera global que anula
ni la parcialidad aislada que esteriliza.
236. El modelo no es la esfera, que no es
superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay
diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la
confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. Tanto
la acción pastoral como la acción política procuran recoger en ese poliedro lo
mejor de cada uno. Allí entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus
propias potencialidades. Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus
errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Es la conjunción de los
pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la
totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que
verdaderamente incorpora a todos.”[7]
Volvamos, para terminar, a la
pregunta inicial: ¿puede Venezuela transitar hacia una democracia?
La respuesta es sí. Pero toca
tomárnoslo en serio y comenzar a transitar ese camino con determinación,
armonía, coherencia y conciencia.
[1]
Realmente vale la pena leer con detenimiento el documento de estudio “El difícil camino hacia una democratización
en Venezuela” (Fundación Carolina, enero 2022), en el cual Jiménez realiza
un agudo y preciso análisis de la situación política actual venezolana.
[2]
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del santo padre Francisco a los
obispos a los presbíteros y diáconos a las personas consagradas y a los fieles
laicos sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. 2013
[3] El
difícil camino hacia una democratización en Venezuela. Maryhen Jiménez. Fundación Carolina. 2022
[4] Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium. 2013
[5] El
difícil camino hacia una democratización en Venezuela. Maryhen Jiménez. Fundación Carolina. 2022
[6] Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium. 2013
[7]
Ibidem.