En estos tiempos de paternidad
con niños chiquitos, ir al cine es un lujo, por no decir un imposible… sin
embargo, días atrás, en una de esas oportunidades que se presentan y hay que tomarlas, nos ofrecieron hacernos el quite con los
niñitos y así pudimos aprovechar de ir a
ver una película…
El objetivo era simplemente ver
una película, sin mayor análisis ni consulta previa, sin saber ni ver
carteleras, sin preparación… llegamos incautamente directo a la sala de cines a
ver qué había.
Elegimos World War Z.
Honestamente, yo me dejé llevar
por eso de “world war”… vainas de varón.
A mi esposa, en cambio, la convenció más el reparto… “Brad Pitt es un estupendo
actor” – me dijo... El hecho es que
coincidimos en la selección.
Pero por desconocimiento, no
reparamos en la “Z” del título. Z de zombies, es decir, Guerra Mundial Zombie.
De haberlo sabido, esa hubiera
sido la clave para jamás elegirla... pero no lo sabíamos.
La trama va así. Una terrible,
desconocida e incontrolable epidemia llega a las principales ciudades de EEUU,
Europa, Asia – fíjense ustedes que esas desgracias apocalípticas nunca ocurren en Yaritagua ni en Ocumare, siempre es para allá arriba lejos, aquí abajo
gozamos de cierta prerrogativa tercermundista – afectando a los seres humanos y
convirtiéndolos en una especie de seres vivos/muertos, que con características
cadavéricas, les da por atacar y comerse a los humanos sanos y normales. Lo
peor, es que la epidemia se transmite vía mordisco… con solo morderte, zas! ya
eres un zombie…
Nuestra intención, como quedó
clara arriba, era simplemente ir a disfrutar de una buena película, un rato
ameno… pero con semejante trama no tuvimos chance de lograrlo. Quizás sea el
sistema de audio surround
a-todo-volumen de las salas de ahora,
quizá lo bien logrado de los efectos especiales, quizás que nos tomó por
sorpresa la trama, no lo sé… pero el hecho es que me entró una taquicardia en
la película que me daba vergüenza. “¿Por
qué carajo te inquietas tanto si es una película de zombies, de Z-O-M-B-I-E-S, que
no existen…?” me repetía, mientras trataba de controlarme…
Mientras iba pensando en ello,
comencé a darle vueltas también a otros temas relacionados con la trama y que
entre tanto mordisco, sangre y plomo, me iban quedando sin respuesta: ¿Por qué
está la humanidad – los gringos en realidad – enfrentando a los zombies? ¿Qué
clase de invasión es esta, qué persiguen los zombies… si son unos seres bobos y
hambrientos y más muertos que vivos? ¿Qué pasó con los malos de antes, rusos,
norcoreanos, terroristas? ¿Por qué ahora a los súper agentes de la CIA y los
comandos de fuerzas élites les toca enfrentar al elenco de Thriller?
Una tercera gran duda me embargó
durante toda la película: ¿Por qué no nos paramos y nos largamos de aquí?
No lo hicimos. Nos quedamos hasta
el final.
En la película pasa lo que tiene
que pasar. No quiero aguarles la fiesta a los amantes del género, vayan y
véanla. Aunque según los entendidos en la materia, la película no es fiel al libro de Max Brooks.
Me enteré también después, que este
autor es el hijo de Mel Brooks, y que – imagino que continuando con la
tradición jodedora de su viejo – se ha vuelto un gurú en zombies a tal punto
que los zombies-adictos van y compran
sus libros y hasta se los leen… mientras Brooks simpáticamente se burlará de
ellos y se enriquece gracias a ellos…
Salimos de la función, y en la
vía de regreso yo seguía pensando en los zombies… ¿Por qué los zombies? ¿Qué de
especial tienen estos personajes salidos de la tradición y del vudú haitiano,
que atraen tanto a nuestra cultura contemporánea? ¿Cuál es el interés en unos
seres de conducta autómata y semi-muerta? Y por último, ¿Por qué plantearnos
una guerra mundial contra estos seres?...
Así fui todo el camino, hasta que
llegamos a la casa.
Una vez allí, encontramos a los
niños más grandes concentrados sin decir palabra pegados en sus Ipods, la más pequeña también estaba
totalmente abstraída viendo algo en un tablet…
una vez acostados los niños, y ya en nuestra cuarto, intenté comentarle algo a
mi esposa, hasta que me di cuenta que era inútil, pues ella estaba entregada a
Candy Crush Saga en su Smartphone…
Y entonces comprendí que no sólo
estamos en guerra contra los zombies, sino que ya estamos contagiados…
Juancho Pérez