Ya lo decía Aristóteles: el tiempo
es la medida del cambio. Por ello, que las personas con el tiempo cambiemos, es
lo natural. Que además, cambiemos nuestras
ideas, es lo esperable… o al menos que las mejoremos.
“Fuera de los pobres no hay
salvación” (Trotta 2007), en este compendio de ensayos (pequeños ensayos
utópicos proféticos – así lo subtitula su autor), el jesuita Jon Sobrino nos
presenta su visión sobre los pobres. Advierte desde el prólogo que sus
planteamientos serán novedosos, escandalosos y contraculturales.
Veamos.
Sobrino utiliza como columna
vertebral de su argumentación (y hace suyo) el planteamiento de otro jesuita,
Ignacio Ellacuría, sobre lo que llaman la civilización
de la pobreza, en contraposición a lo que definen como la civilización de la riqueza. Nos dice
Sobrino: “En un mundo configurado pecaminosamente por el dinamismo
capital-riqueza es necesario suscitar un dinamismo contrario que lo supere
salvíficamente. De ahí la tesis: la civilización de la pobreza rechaza la
acumulación del capital como motor de la historia y la posesión-disfrute de la
riqueza como principio de humanización, y hace de la satisfacción universal de
las necesidades básicas el principio del desarrollo y del crecimiento de la
solidaridad compartida el fundamento de la humanización”. En realidad, esta postura
– propia de la dialéctica de oposición – no es para nada novedosa, ni como
argumento en general, ni en Sobrino en particular.
En cuanto a lo escandaloso, sin
duda su premisa fundamental lo es: Fuera de los pobres no hay salvación. Esta
es una sentencia durísima, y de entrada resulta excluyente. Partiendo del dogma
católico Extra Ecclesiam nulla salus (fuera
de la Iglesia no hay salvación), que se remonta a los padres de la Iglesia,
pasa por la fórmula utilizada post Vaticano II de extra mundum nulla salus (fuera del mundo no hay salvación), la
cual según Sobrino otorga a la salvación
no solo una dimensión religiosa, sino también “histórica y social”, hasta
llegar a su planteamiento medular, Extra
pauperes nulla salus (fuera de los pobres no hay salvación). “Los pobres
son la inmensa mayoría” y desde su condición de pobreza nos brindan a los
no-pobres la respuesta a su situación mediante la esperanza (la verdadera esperanza, el que “espera”) y la denuncia (que exige nuevos modelos
humanizantes). Los pobres – nos dice Sobrino – marcan la dirección y el
contenido fundamental de la praxis, no se trata sólo “sobre dar a ellos, sino
sobre recibir de ellos”.
Esta manera de enfocar el tema,
este cambio en el papel del que ayuda y también del que es ayudado, es sin duda
un planteamiento contracultural, pues nos coloca a todos – repito, a TODOS – en
una posición activa, en la cual todos damos y recibimos, en un juego entre
iguales, de “tú a tú”.
En este sentido, se entiende pues la sentencia extra pauperes nulla sallus, no como una
suerte de “pauperización universal”, sino de una búsqueda real – activa – de
solución al drama de los pobres, de las mayorías, y en última instancia una respuesta
que incumbe o debe incumbir a todos, una garantía de que todos salgamos ganando.
Por último, aunque Sobrino no lo dice, faltaría un
calificativo más a su compendio de ensayos: amplio.
Se aprecia en Sobrino, una manera de abordar los conceptos
de pobre y pobreza, más calmada y más amplia. Nos presenta el “mundo de la
pobreza” desde una concepción más abierta, más honda y más diversa, en
la cual cuenta no sólo a los pobres en lo económico, sino a los excluidos
socialmente, los marginados religiosamente, los oprimidos culturalmente, los
dependientes socialmente, los minusválidos físicamente, los atormentados
psicológicamente, los humildes espiritualmente.
Así Sobrino nos señala su camino de salvación. Si prefieren,
si les incomoda, no lo tomen pues como un tema para salvarnos (allá arriba), sino
como una forma de no perdernos (aquí abajo).
Juancho Pérez
@jonchoperez